Capítulo 13: Desempolvar el pasado

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Sergio subió los hombros dudando.

—No lo sé, Eva. Lo que estaría bien saber es qué ocurre entre tú y Alejo.

—Sí, estaría bien saberlo, ¿verdad?

—Eva. ¿Qué ha pasado?

—¿Quieres saber qué ha pasado?, ¿es en serio? ¿Ahora te importa saber eso? —pregunté molesta, pero no molesta con Sergio, molesta conmigo misma. Enfadada al máximo—. Que soy una estúpida, que he vuelto ha hacer las cosas mal. He vuelto a liarlo todo y tengo que hablar con Javier, decirle quién soy y aclararlo todo.

—No puedes hacer eso ahora.

—¿Cómo? —Elevé las cejas y me sobresalté.

—Javier va a alquilarnos un trozo de las tierras. Lo va a alquilar por una buena suma y si tú le dices todo ahora no lo va a alquilar. Ese dinero nos vendría genial, Eva.

—¿Me estás pidiendo que siga sufriendo las consecuencias para que vosotros ganéis dinero? —No podía creer lo que me estaba diciendo mi hermano.

—Te estoy pidiendo que si has esperado hasta ahora, esperes un poco más.

—Mejor me voy. —Negué con la cabeza y me dirigí hasta el coche.

—Eva, no te lo tomes a mal. No quiero... —Dio unos pasos para seguirme.

—Tengo que irme, Sergio. Dale besos a mamá y papá. —Interrumpí.

—¡Eva! —gritó mi hermano.

Hice oídos sordos de sus palabras y anduve hasta el coche. Me monté en él y volví a casa. Pegué en la puerta de Alejo numerosas veces y toqué el timbre otras tantas. Pero nadie abría, nadie contestaba. Le hablé a través de la puerta y esperé a que me entendiese, pero no lo hizo. No dijo nada ni parecía haber nadie dentro. Regresé a mi casa y estuve un buen rato tumbada en el sofá, pensando cómo podía hacer que Alejo me escuchase. Decidí salir a dar una vuelta y al abrir la puerta me lo encontré subiendo las escaleras hacia el rellano.

—Alejo, necesito que hablemos —respondí tajante.

—Hoy no quiero hablar del tema, Eva. No quiero saber nada. Déjame descansar.

Encajó la llave despacio en su cerradura y aunque intenté que no entrase, lo hizo. Pero paré la puerta con el pie antes de que pudiera cerrarla.

—Te quiero, de verdad. —Hasta yo me sorprendí al haber pronunciado aquellas palabras—. Y no te he mentido en eso. Hacía muchísimo tiempo que no me sentía tan bien conmigo misma. Contigo he sido yo, en todos lo aspectos, conoces lo que soy. ¿Por qué quieres conocer el pasado?

Pregunté casi rogando. Él continuaba dentro de casa. Me miró con los ojos brillosos. Tragó saliva dos veces y respondió con su voz profunda y grave:

—Porque no quiero estar descubriendo constantemente con quién estoy, Eva. No solo se trata de tu pasado. Se trata de quién eres ahora. Ni siquiera me habrías dicho tu nombre si yo no lo hubiese confesado. Quiero que confíes en mí.

—Confío en ti —afirmé.

—Puede. Pero tal vez no de la manera que yo espero.

—Déjame pasar a tu casa. No quiero hablar de esto en el rellano.

—Eva, lo hablamos otro día. Por favor.

Quité el pie y Alejo cerró la puerta poco a poco. Lo hizo por no estampármela en la cara, estuve segura de eso aquel día. Ese «lo hablamos otro día» pasó a ser un no hablarnos por unas semanas.  Y esas semanas se convirtieron en dos meses. Dos meses en los que tuve que callar por Sergio, por las tierras de mi familia, por Javier, por Alejo y un poco por mí. Callé hasta que supe que Javier dio luz verde a aquella compra.

Ante tus ojosWhere stories live. Discover now