Cap. 3

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20/06/2005

Me despierto entumecida. Anoche debí quedarme dormida en el rincón acurrucada. La luz aún está encendida. Y los ojos me escuecen y los tengo como resecos.

Sigo vestida, lo cual me da algo de tranquilidad. No sé que hora es, pero por la pequeña ventana que veo en la parte superior izquierda de una de las paredes, parece que entra el sol.

Oigo la cerradura abrirse después de un rato. Una mujer bastante rolliza que no conozco de nada entra en la habitación.

— Buenos días, mi niña —me mira de arriba abajo, pero, no parece sorprendida por no haber dormido en la cama—, levanta, vamos a ir a enseñarte esta casa. Bienvenida.

Me sonríe y yo a ella. Parece simpática.

— ¿Dónde estoy? —le digo.

— En casa de la señora Bogdan, creo que ella es la que te trajo aquí, así que ya la conoces.

Asiento y no contesto.

— Sígueme —me dice cuando nota que no voy a decirle nada más.

La sigo en un absoluto silencio. La casa parece una casa grande. Tiene varias puertas como la mía, cada una con un nombre escrito en un letrero. Luego un par de puertas que pone, baño.

— Este es el ala de los dormitorios. Todas las chicas dormís aquí. Tienes dos baños de los que puedes disponer siempre que quieras —me mira mientras seguimos caminando—, luego te llevaré algo de ropa a tu cuarto para que puedas cambiarte. Pasado este pasillo está la cocina, que es adonde vamos. Puedes comer cuando quieras también. Mi nombre es Raluca, por cierto y siempre estoy por la cocina. Es mi reino —la mujer se ríe.

— ¿Sois todos rumanos? Habláis un ruso perfecto —le pregunto.

— Sí, somos rumanos, pero nuestros mejores clientes son rusos, algunos polacos, ingleses e incluso, americanos. Así que hemos aprendido a comunicarnos en otros idiomas. La mayoría de las chicas son rusas y casi siempre hablamos así. Son tantos años ya, que parezco una rusa más.

La mujer rompe a reír a carcajadas. Yo no me río, pero le asiento a todo lo que me cuenta. Entramos en lo que parece ser la cocina. Hay una mesa grande donde hay varias chicas riendo y charlando. Todas se callan cuando nos ven y de repente todas se ponen serias. Alguna incluso me mira con lástima.

— Niñas, esta es Bianca, la nueva.

— Hola —dicen todas al unísono.

— Cielo —la mujer me toma del brazo—, siéntate con ellas y te llevaré algo de comer.

Asiento y me dirijo a la mesa. Miro a mi alrededor. La cocina es inmensa. Hay otra mesa igual que la que está ocupada por las chicas, ellas me observan fijamente, detrás hay una barra tipo americana, llena de armarios. En la pared, todo recubierto de armarios y dos ventanas, una en cada extremo. Las miro fijamente y veo como por fuera tienen rejas. No creo que sea fácil escapar de aquí.

Me siento en una silla desocupada y miro a las chicas. No parecen afligidas o preocupadas. Simplemente me miran con curiosidad.

— ¿Rusa? —me pregunta una de ellas sacándome de mi estupor.

Asiento con la cabeza.

— Sí —dice otra de ellas—, son las más demandadas últimamente.

Frunzo el ceño.

— ¿Qué quieres decir? —le digo, necesito que alguien me explique dónde estoy y porque estoy aquí.

— Los clientes piden cómo quieren que sean sus chicas y nos traen como ganado hasta aquí.

Blood White I (La historia de Bianca) #PGP2023Where stories live. Discover now