Cap. 38

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31/01/2011

Son las tres de la mañana, miro el reloj nerviosa. Sila y Gabriel deben estar a punto de llegar. Llevan cuatro días en Colombia haciendo negocios. Velkam ya me ha avisado de que han llegado al aeropuerto.

Sólo han estado fuera cuatro días, pero les he echado de menos. Sobre todo a Gabriel, pero reconozco que Sila me ha dejado al frente del club estos días y no me creo la cantidad de cosas que hay que hacer. Papeleo, personal... Este sitio es enorme, enorme. La discoteca, las fiestas privadas. Todo ha seguido su curso sin incidentes.

Kaleb me ha echado un manilla, menos mal.

Me vibra el celular en la mano. Miro la pantalla, es Ekaterina.

— Dime Eka.

— Acaban de llegar. Los he visto entrar en el despacho.

— Gracias preciosa —le digo y cuelgo.

Me pongo frente al espejo y me peino un poco las ondas de mi pelo. Perfecta. Sonrío y salgo del cuarto de Gabriel, donde le estaba esperando. Pensaba que vendría aquí directamente. Es lo que me dijo cuando hablamos hace dos días por última vez. Y quiero contarle que ahora que Sila estará aquí al menos un mes, quiero que me acompañe a Europa a buscar a mi familia. Contarle eso y besarle. Quiero besarle mucho.

Recorro el largo pasillo y bajo hasta la planta donde está el despacho. Veo a las chicas trabajar mientras paso por aquí, veo a algunos clientes de la barra que me miran con lascivia al verme pasar. Estoy empezando a acostumbrarme a esta mierda.

Mi estómago da un vuelco por los nervios de encontrarme con ellos. A Sila le contaré un poco de cómo han ido las cosas y a Gabriel después, le daré la bienvenida que se merece. En la cama.

Rebaso al tipo de seguridad que se pone al comienzo del pasillo. Se llama Aritz. Es un nombre raro y creo que es español. El tipo me saluda con una sonrisa y me deja entrar. Recorro otro pasillo y llego al despacho. Tomo aire antes de llamar. Veo que la puerta está entreabierta y cuando voy a dar con los nudillos, veo como Sila acuna la cara de Gabriel que mantiene los ojos cerrados a su contacto. Me pego a la puerta y escucho atentamente.

— Gabriel, te echo de menos. Necesito que me mires. Por favor, hazlo.

— Siento que, si no se lo cuento, si seguimos callando, la estamos fallando.

¿Hablan de mí?

— Olvídate de ella por un momento y mírame a los ojos —miro por el rabillo del ojo y veo como Gabriel y ella se miran intensamente—. Necesito que confíes en mí. Quiero protegerla tanto como tú.

— Sila —las manos de Gabriel apartan las de ellas y las toma entre las suyas—, quiero hacerlo, pero estoy confundido con todo esto.

Sila besa sus manos y se sienta sobre sus rodillas. Mi estómago va a terminar con un úlcera si sigo con estas ganas de vomitar cada vez que los veo juntos. Debo entender que, si se van a casar, van a estar así muchas veces. Y debo vivir con ello.

— Gabriel, confía en mí, como lo has hecho siempre. No voy a hacerte daño, quiero lo mejor para ti. Se lo prometí a Irina. Y lo voy a cumplir hasta el último día de mi vida.

Gabriel se derrumba al escuchar el nombre de Irina. Sila levanta su cara y le besa en los labios.

— Te necesito Gabriel —le dice—. Necesito que me mires como la miras a ella, como la mirabas a ella.

El beso se vuelve más intenso. Y debo ser masoca porque necesito seguir aquí mirando esto cuando me está destrozando el alma.

Sila se levanta rompiendo el beso y comienza a abrirse la blusa con premura bajo la mirada intensa de mi hombre.

Blood White I (La historia de Bianca) #PGP2023Donde viven las historias. Descúbrelo ahora