Cap. 22

8 1 2
                                    


23/11/2010

Si tuviese que decir cuánto he cambiado en estos últimos días, diría que he cambiado del todo. He pasado de ser una chica decaída, preocupada y negativa, a una chica que puede describirse como alegre, soñadora e incluso feliz. Y este cambio solo tiene un nombre. Gabriel.

Él me ha descubierto que mi mundo no tiene que ser gris, ha llenado mis días de esperanza. Me ha hecho ser una mujer nueva, llena de ilusiones. Me ha tratado como nunca antes me han tratado, me ha demostrado que puedo llevar una vida realmente normal. Y como hoy es su cumpleaños, he querido bajar temprano a la playa para poder tener un detalle con él.

Ya que la playa ha sido testigo de cómo he cambiado a su lado, quiero hacerle una pulsera de conchas. Todos los días le veo revolver la arena con sus dedos y sonreír al encontrar conchas de diferentes colores, tamaños y formas. Por eso, estoy aquí. Aún no sabría decir cuántos años cumple y apenas he podido sonsacarle que hoy es su cumpleaños, pero, quiero hacérselo tan especial, como él me hace sentir a mí.

Llevo muchas conchas recogidas, todas chiquititas y de formas muy extrañas, me gustan mucho y creo que a él le van a encantar. He traído conmigo un hilo, y como casi todas tienen orificios ocasionados por la erosión del mar, puedo hacerle la pulsera sin mucho esfuerzo. Espero que valore mi gesto y no se ponga como crío chico porque odia este día.

Sé que llevo mucho tiempo en la playa ya, miro en dirección a la casa, es extraño que Gabriel no haya bajado a buscarme todavía. Se preocupa mucho cuando ando sola por la isla y aunque yo no le vea, sé que me vigila. Pero hoy no le presiento. Y eso, como ya he dicho, es extraño.

Subo, disfrutando las preciosas vistas a las que me he acostumbrado ya. La imagen parece sacada de un documental de la tele, de esos lugares paradisíacos que le encantaban a mi madre y a los que mi padre siempre le decía que acabaría yendo. Ojalá pudiesen estar aquí conmigo, solo espero que pronto pueda ir a por ellos y alejarlos del infame de Klaüs.

Entro en la casa que se encuentra totalmente en silencio. Recorro el salón en busca de Gabriel, suele quedarse con el portátil trabajando por las mañanas en esta estancia, cuando no está conmigo. Un ruido proveniente del cuarto de Gabriel me saca de mi búsqueda, seguro que él está allí. Me hace sonreír, siento como el estómago se encoje por la anticipación ¿Cómo no se me ha ocurrido pensar en su cuarto?

Me miro al espejo, me acomodo el pelo para no parecer una loca y miro con entusiasmo la pulsera que aprieto con mi mano. Es preciosa. Subo las escaleras y me encamino a su cuarto de donde sale un nuevo ruido seco. La puerta está ligeramente abierta, así que me quito las sandalias para no hacer ruido, tomo del mueble del pasillo un arma y abro algo más la puerta asomando la cabeza, con miedo de que haya un desconocido revolviéndolo todo. Y esté equivocada de que pueda ser él.

La imagen que me llega, no es para nada la que me imaginaba. La espalda desnuda y tatuada de Gabriel está totalmente tensa mientras sujeta a una mujer de las caderas. La penetra con violencia, gruñe al hacerlo, el lacio y rubio pelo de la mujer se me hace dolorosamente familiar. La mujer pega un grito con la siguiente embestida.

— ¡Dime que te encanta! —gruñe Gabriel mientras sigue afanado en penetrarla con tal violencia, que debe ser hasta doloroso para ella.

— Gabriel, te he echado tanto de menos —dice entre jadeos la mujer—, ¡Dios te he necesitado tanto! ¡Sigue! ¡Más duro!

La mujer abre los ojos y mira al frente, donde sus ojos claros se encuentran con los míos fijos en el espejo. Gabriel tiene los ojos cerrados y sigue gruñendo y embistiendo. Sila me sonríe como puede, mientras su rostro me muestra el enorme placer que le provoca el movimiento de él.

Blood White I (La historia de Bianca) #PGP2023Where stories live. Discover now