Cap 5

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03/07/2005

Estoy en una sala pequeña, con una luz ambiente color roja. Me han vestido con una especie de vestido dorado completamente ceñido a mi cuerpo. La silla en la que estoy sentada mantiene mis piernas ligeramente abiertas y los tobillos y muñecas atadas a el frío metal de la silla. No puedo moverme.

La puerta se abre y el hombre guapo aparece con otro señor. Es mayor, poco pelo en la cabeza, el poco pelo que tiene es de color blanco, bastante gordo. Lleva un pantalón de traje y una camisa blanca empapada en sudor. Huele bastante mal a una mezcla de sudor con perfume de caballero. Lleva un puro en la boca y me fijo en dos verrugas que tiene al lado derecho de la comisura de sus labios.

Es realmente feo. Nariz ancha y redonda, ojos pequeños de los que no llego a ver el color, orejas grandes y hacia fuera.

Hablan en un idioma que no es ruso y se ríen. Siento nauseas. Ambos me miran y al hombre le ofrecen una silla frente a mí. Le miro fijamente quedándome con una radiografía completa de su asquerosa cara. Me mira de arriba abajo y se para en mis pechos. Se relame y hace un gesto con la mano.

El hombre guapo se acerca a mí y con un gesto rápido me baja la tela del ceñido vestido haciendo que mis senos salgan desnudos. El hombre sentado frente a mí se muerde el labio y veo como se recoloca el paquete. Siento nauseas de nuevo. Cada vez más pronunciadas. El hombre sigue bajando la vista hasta dar con mis piernas abiertas. Entonces comprendo que la finalidad de la postura es dejarle entrever mis partes más vulnerables.

Aparto la mirada, no quiero seguir viendo como el hombre se pone cachondo con las vistas. Miro a la derecha y el hombre guapo me coge del mentón para hacerme volver a mirar al hombre. Cierro los ojos, pues es realmente grotesco lo que hacen conmigo. El hombre suelta una enorme carcajada. Y le dice algo a los demás en otro idioma que les hace reír a todos los que están en la sala. Me sueltan el mentón y retiro la cabeza girándola a la derecha.

— Es suficiente —dice uno de ellos.

Los siguientes minutos transcurren rápido. El hombre feo saca un maletín que ofrece al hombre guapo. Está lleno de dinero, euros, por lo que puedo ver. Comienza un revuelo para contar dinero y cuando todo parece estar en orden, el horroroso hombre viene a mí. Me desata y me sujeta con demasiada fuerza del brazo.

— Eres mía —susurra en un ruso que parece algo forzado.

Me coloca de nuevo el vestido, tapando mis pechos, me empuja junto a los que parecen ser sus hombres y salimos de la sala.

Recorremos el interior de la enorme casa y me meten en una furgoneta. El hombre se mete a mi lado y pone una enorme mano en mi muslo. No voy atada, pero algo en mi interior frena mis ganas de quitármelo de encima y me quedo quieta aguantando el asqueroso tacto de su callosa mano.

— Eres preciosa —me susurra— serás una esposa perfecta.

¿Qué ha dicho? Dirijo mis ojos a los de él y los abro todo lo que puedo.

— ¿E... esposa?

— Sí —me guiña un ojo—, vas a ser mi esposa y me vas a dar hijos preciosos, como tú.

— Yo...

— Tranquila —su mano sube por el muslo y las náuseas vuelven a mí.

Me remuevo incómoda y cuando se da cuenta, grita algo y el coche frena de golpe. La puerta se abre y uno de sus hombres me saca bruscamente, provocando que las náuseas sean mayores. Y vomito. Caigo al suelo de rodillas hasta que termino. Los ojos me escuecen cuando me doy cuenta de mi cruda realidad. Me han comprado para ser la esposa de un hombre vomitivo. Y no solo porque sea vomitivo él, sino porque me parece vomitiva la situación. Necesito escapar de aquí. Eso es lo único que tengo claro.

Blood White I (La historia de Bianca) #PGP2023Where stories live. Discover now