Cap 9

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21/08/2010

— Bueno, pues aquí es.

La puerta se abre. Es una puerta de madera maciza de color blanco. Parece muy moderna para estar en un edificio que parece de la segunda guerra mundial. La entrada es bastante luminosa. Una estancia con un mueble para ropa y calzado en la parte derecha de color roble. Con un espejo enorme donde podemos vernos de cuerpo entero.

Me miro de arriba abajo. Parezco la niña que un día fui. Llevo puestos unos vaqueros ajustados y una camiseta. Es mi look preferido en los últimos días. Las chicas prefieren vestir vestidos veraniegos. Yo prefiero los pantalones.

La cocina queda a la izquierda de la entrada, es amplia, de armarios blancos, azulejos verdes y suelo gris de baldosa. La encimera es grisácea. Mis dedos tocan la suave superficie, abro un par de armarios donde hay vasos y tazas. Observo todo a mi alrededor. Todo es de estilo bastante moderno. La cocina, además tiene una mesa cuadrada de cristal con cuatro sillas de madera blancas con el cojinete color verde, a juego con los azulejos.

— ¿Qué te preocupa? —Erik, que ha venido con nosotros, me susurra casi al oido.

— Nada —me encojo de hombros. Pero es mentira. Me preocupa todo.

¿Y si me encuentra mi esposo? ¿Y si al hacerlo, mata a toda la gente que me está rodeando ahora mismo? ¿Y si matan a Sila o Gabriel? No me lo perdonaría nunca.

Seguimos hacia el salón. Gabriel se encuentra de pie mirando por una ventana enorme que hay al fondo. Los suelos de madera le dan una sensación de hogareño a todo el conjunto de sofás y muebles, de estilo minimalista. Un televisor enorme cuelga de la pared central y a la derecha de todo, una mesa enorme de cristal y madera, con sillas en este caso de color roble, igual que los muebles. Hay unas ocho sillas.

Inspiro y detecto que todo es nuevo. Huele a casa recién comprada. Recuerdo ir a ver una casa, cuando mi padre se encabezonó con que debíamos cambiarnos de distrito para ir a otra escuela. Vimos infinidad de casas que olían igual que esta. Finalmente, mamá le convenció de que era mejor quedarnos donde estábamos.

Quizá papá tenía razón y debimos mudarnos. Solo así, ahora mi hermana y yo seguiríamos en Rusia con nuestros padres. No estaría en un país al otro lado del mundo escondiéndome.

Me acerco a la ventana donde Gabriel sigue absorto. Me gusta observarle en silencio. Es un hombre que me llama poderosamente la atención. Siempre está tan serio, tan frío y parece tan distante. Siempre la sombra inseparable de Sila. Pocas veces se le ve lejos de ella.

— ¿Todo bien? —pregunto cuando me pongo a su lado.

Sus ojos se posan en los míos y un escalofrío me recorre entera. Siempre me observa fijamente. Como si quisiese penetrar en mi cabeza. Asiente con la cabeza y mira de nuevo a la ciudad.

— Esta ciudad es enorme —le digo mirando yo también por el ventanal—, me da miedo quedarme aquí.

— ¿Miedo? —le miro de reojo, pero él sigue impasible mirando la ciudad.

— Mi marido es un jefe de la mafia. No estaré a salvo nunca, ni con una identidad nueva, ni con esta casa, ni en esta ciudad... ¿Y si me encuentra?

— No debes tener miedo mientras sea Sila quien te protege.

— Sila no es impune a la mafia.

— Puede que no sea impune, pero créeme que no es fácil penetrar las barreras que ha creado aquí. Mucha gente la respeta. Policías, políticos... hay una red de protección a tu alrededor que no se puede flanquear fácilmente.

Blood White I (La historia de Bianca) #PGP2023Donde viven las historias. Descúbrelo ahora