Cap 19

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13/11/2010

La blanca y fina arena reconforta y acalora todo mi cuerpo. El sol me baña desde hace rato haciendo que cada célula de mi cuerpo se olvide por un instante de porqué sigo en este paraíso natural donde quiera que esté.

Abro los ojos despacio y suspiro. Me levanto y me dirijo a la casa. Hay un largo camino hasta allí, pero me enfundo mis playeras y lo hago sin casi problemas. Entro y miro a mi alrededor. Desde que hemos llegado Gabriel apenas sale de su habitación. Han pasado tres largos días dónde me aburro demasiado.

Voy al largo pasillo de las habitaciones cuando veo una puerta semi abierta al otro lado del salón. Me asomo y veo la espalda de Gabriel. Su aroma llega hasta mí y aspiro. Me he acostumbrado a reconocer su olor y no verle. Sé que aunque me huye y se esconde, me vigila allá donde voy. Siento su mirada penetrar en mi piel.

Abro más la puerta y me deleito con su concentración en lo que quiera que esté haciendo. Entro sin apenas hacer ruido. Cuando veo que no reacciona a mi presencia tocó con los nudillos en la madera de la puerta.

Se gira y veo un arma en la mano.

— ¿Qué haces? —le digo con confusión.

— Limpio las armas —me asomo un poco más y veo la maleta negra que nos acompañó todo el viaje, abierta. Está llena de armas. Tantas que me abruma.

— Vaya, hay un montón —le rodeo fingiendo indiferencia y reviso el maletín abierto—. ¿Sabes usarlas todas?

— Sí —no dice más. Ahora le tengo a mi espalda y se me eriza el vello sabiendo que me está mirando.

— ¿Me enseñarías a disparar? —me giro mirando sus ojos penetrantes fijos en mí.

— No.

— ¿Por qué no? —me cruzó de brazos— No es justo que solo tú las uses. ¿Y si fuésemos atacados?

— Para eso estoy yo aquí. Y hay más gente —se acerca y cierra el maletín sin cuidado alguno.

— Ya ¿Y si me encuentro sola en ese momento en la casa? Al fin y al cabo en estos días apenas te he visto y no sé dónde te metes todo el día. Prácticamente estoy sola.

— Bianca, aunque no lo creas siempre estoy aquí —siento cómo le molesta mi insistencia.

— Me gustaría saberlo, pero eso no quita que quiera aprender a defenderme solita. Puedes llamar a Sila para pedirle permiso.

— No necesito su permiso —su voz se endurece.

— Pensé que lo necesitabas para todo.

— ¿Estas jugando conmigo? —ahora es él quien se cruza de brazos y me mira enfadado.

— Me gustaría —me acerco a él y poso mis manos en la solapa de su camisa— poder decir que juego contigo— bajo lentamente mis manos por la tela suave—. Me gustaría tanto hacerlo —mis manos llegan hasta su cinturón y cuando parece que se lo vaya a quitar, él se aparta, algo que me desconcierta y me molesta—, pero tú no me permites jugar. Y me aburro mucho— me contoneo como si de una modelo se tratara y salgo del cuarto.

Salgo corriendo en dirección a mi cuarto y cierro la puerta tras entrar. Entre mis manos, una pequeña pistola que he robado durante mi maniobra de distracción. Es plateada, pequeña, y bonita. Estiró los brazos y la sostengo entre mis manos. Parece ligera. No pesa en absoluto. La puerta se abre de par en par y apunto hacia quién entra sin llamar. Gabriel.

— ¡Suelta eso ahora mismo!

— ¿Por qué? —le miro de arriba abajo, está guapísimo está mañana— ¿Tienes miedo?

Blood White I (La historia de Bianca) #PGP2023Where stories live. Discover now