Cap. 35

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19/01/2011

Veo mi objetivo, disparo y...

— ¡Perfecto! —Caín a mi lado se asoma y me río.

— Soy una crack —suelto el arma, levantó los brazos y muevo mis caderas al ritmo de una muda melodía.

— ¡Bianca! —Gabriel espeta mi nombre enfadado.

Dirá lo que quiera, pero es muy celoso y no le gusta verme interactuar con otros hombres.

Le sonrío y parece relajar el gesto. Pero no se mueve.

— ¡Lleva diez dianas consecutivas! —le dice Caín al recién llegado.

— Muy bien —le responde mi hombre frunciendo el ceño—. Nos tenemos que ir —dice volviendo a mirarme.

— Adiós, colega —le digo a Caín y choco mi puño con el de él para despedirme.

Salgo del local y me coloco la chaqueta. Veo el coche y me dirijo a su interior. Cuando voy a cerrar la puerta esta se queda estática y levantó la mirada.

Gabriel sujeta la puerta con gesto fiero. Le observo de arriba a abajo. La chaqueta del traje se ciñe perfectamente a los músculos de su brazo. Me relamo los labios, pues la boca se me ha secado en un momento.

Gabriel entra en la parte trasera del auto y cierra la puerta tras de sí.

— Me vas a volver loco si sigues haciendo cosas como esas.

Sin darme más tiempo, se abalanza sobre mí, haciendo que me venza y quede tumbada, entre risas. Su boca invade la mía y yo le invito a continuar con agrado. Sus manos recorren mi cuerpo con ansia. Meto mis manos bajo su camisa y pellizco uno de sus pezones. He descubierto que es algo que le pone a tono enseguida.

Un gruñido de placer sale de su boca.

— Estabas preciosa ahí dentro —me dice mientras introduce lentamente su mano bajo mi pantalón vaquero y nuestros ojos se clavan en los del otro.

— ¿Ahora no lo estoy? —abro más mis pernas ayudándolo en su misión.

— Ahora eres la mujer más increíble que conozco.

Nos besamos de nuevo. Noto como introduce dos dedos en mi interior y gimo. Con el pulgar frota bien mi clítoris haciendo círculos.

— Estoy tan enfadado... —gruñe.

— Yo no te noto enfadado —le digo sonriendo.

— Pues lo estoy. No quiero que coquetees con esos gilipollas. Voy a castigarte.

— Hummm —gimo cuando sus ágiles dedos tiran de mi clítoris y lo suelta de golpe—. Me merezco este castigo.

Se acomoda mejor, se baja los pantalones y el bóxer hasta la rodilla y relamo de nuevo mis labios, al ver su precioso miembro tan erecto. Tan preparado para mí. Me bajo mis pantalones hasta los tobillos, abro mis piernas y levantó la cadera invitándole.

De una dura estocada me penetra. Es indescriptible el placer que siento cada vez que le tengo en mi interior. Es como si me sintiese completa. En estos momentos no hay nada que necesite más que él.

Todo el cuerpo me cosquillea y me tiembla mientras él acelera el ritmo de las estocadas. Su cadera choca violentamente con la mía, gruñimos y gemimos, ahogando los sonidos en la boca del otro.

Sus dientes me muerden el labio inferior y tiran de él creando una corriente eléctrica que me recorre entera para acabar en mi punto máximo del placer con un orgasmo. Siento como el cuerpo de Gabriel se estremece y su semen me invade el interior. Es caliente y me agrada sentirme llena de él.

Blood White I (La historia de Bianca) #PGP2023Where stories live. Discover now