Cap 10

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18/09/2010

Suena el telefonillo y salgo con el trozo de tostada en la boca. Esta noche he dormido poco porque estoy nerviosa. Hoy hago un examen de acceso a la universidad. Sila y Erik me han conseguido un certificado de estudios falso expedido en Rusia. Y quiero poder entrar en la universidad para estudiar económicas. No es una carrera que me apasione, pero he hablado largo y tendido con Sila y le vendría bien que la ayudase con las finanzas de la fortuna que amasa.

Así acabé cediendo a ello. Nunca se me han dado mal y ayudaba mucho a mamá a planificar los meses que el negocio de papá flaqueaba.

Sila es una mujer maravillosa, me ha ayudado en todo. Y si quiero trabajar en su local seguramente lo haga desde la oficina. Ella me ha asegurado que no tengo por qué prostituirme, como Ekaterina o Marlenne. Las cuales, de todas maneras, están encantadas con ello. Dicen que las condiciones de trabajo son buenas y aquí pueden elegir clientes y conseguir buenas propinas. Y aunque al principio me hizo sentirme mal por ellas, ahora me siento más tranquila y protegida.

Mis compañeras me cuentan sus encuentros, a veces, con demasiado detalle, pero es curioso que nunca haya visto el sexo como ellas lo hacen. Quizá, porque para mí, era un mero trámite para sobrevivir. Doloroso, asqueroso y a veces incluso salvaje. Me han hablado del sexo por amor. Ambas han acabado metidas en esto por amor. Se fijaron en la persona equivocada y acabaron enfangadas. Pero, lo describen como algo maravilloso, aunque, no es para ellas.

Son realmente sinceras y a veces incluso me resulta incómodo. Yo soy incapaz de hablarles de mi pasado, me cuesta mucho hablar incluso con mi terapeuta. Dice que es normal. Que estoy traumatizada, pero, que tengo solución. Aún soy joven.

Vuelve a sonar el telefonillo, cojo mi bolso y salgo escopetada del apartamento.

Cuando salgo a la calle, me encuentro con Gabriel apoyado en el coche. Como siempre le repaso de arriba abajo. Con su traje de chaqueta negro, su camisa blanca y esas gafas de sol que le hacen parecer todo un tipo duro.

— Hola —le digo con una sonrisa en los labios. No sé, si estoy más nerviosa por el examen o por tener que ir a solas con él en el coche.

Siempre me lleva a todos lados, al club, a las clases o a la terapia. Solo un par de veces me ha llevado otro de los chicos.

— Buenos días —me responde, tan formal como siempre. Le miro sin poder evitar imaginar cómo deben tocar esas manos tan grandes, curtidas en el trabajo duro. Cómo debe ser su tacto, imagino como mi cuerpo se estremecería bajo su roce.

Desde que vivo con las chicas, como si fuésemos meras estudiantes universitarias normales, sin un pasado, hemos visto mucho porno. Al principio me incomodaba, pero ahora disfruto de ver las imágenes de un sexo placentero. Y a veces incluso, bajo el chorro del agua caliente de la ducha fantaseo con cómo sería tener sexo del bueno, del que se disfruta, cómo ellas dicen.

Y los ojos verdes de Gabriel me acompañan en esos momentos. Eso debe ser la señal de que la terapia y este mes de distracciones me están ayudando. Nunca antes me había sentido atraída por un hombre, exceptuando mi novio del colegio, y mucho menos, atraida por el sexo. Quiero pensar que estoy mejorando.

— Primero iremos a la consulta de la psiquiatra. Luego la dejaré en la puerta de la facultad y regresaré una hora después —me dice con aire distraído.

— Esta bien —respondo intentando observar algún gesto en su cara.

Mi celular parece vibrar en el bolso. Rebusco hasta dar con él. Un mensaje de Michael aparece en la pantalla.

Blood White I (La historia de Bianca) #PGP2023Donde viven las historias. Descúbrelo ahora