CAPÍTULO 15

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La teniente médico Soreigh dio una orden tras otras a sus ayudantes. Una nueva dosis de nanomec no produjo el efecto deseado. Los órganos internos de ese joven Juan comenzaban a funcionar cada instante más lentos.

––¿Está preparado el tanque contenedor con el fluido? Revisa la temperatura Derx, Y tú, Habbx, las correas y equipo de agujas hipodérmicas...

––¿No estará pensando en...?––preguntó el joven médico.

––He dado mil vueltas, lo perdemos––respondió Soreigh casi en un susurro, intentando ocultar la angustia de su voz.

––Pero es... habría de ser aprobado por el Consejo. No todos tienen ese derecho aunque vengan de las mejores familias, y es un simple terráqueo––Adujo Derx.

«Simple terráqueo» no supo si esas palabras fueron lo que la hizo decidirse, estaba harta de haber seguido las normas desde el principio.¿Cuántos sangre pura quedaban en su planeta? Ni siquiera trescientos. Ella misma aceptó un matrimonio con otro de su estirpe por ello. Por suerte fueron compatibles el escaso tiempo que duró su unión.

Concebir un hijo, embarcarse en esa aventura siendo la esposa del comandante del «Pueblo Errante» como teniente y jefe del área médica y perder a su esposo antes que su hijo pasase la transición a guerrero, años antes le había hecho hacer esa misma elección. Había asumido el riesgo. Rioeigh había superado su paso a la madurez, había conseguido ser transformado en guerrero y recibir toda la instrucción necesaria casi en un tiempo record.

Se recordó a sí misma que ella era de las mejores en su campo. Ella tomaba las decisiones, ella estaba al mando.

––No tenemos tiempo que perder. Se muere. Es su única oportunidad. Si lo conseguimos tendremos un guerrero más en nuestras filas. Demostraremos que somos iguales genéticamente a pesar de sus rasgos más primitivos y que no haya una gota de sangre pura de nuestro planeta. Si no, solo sacaremos en claro que la parte masculina de su raza no es apta para ser considerado ciudadano de primera clase, ni su descendencia.

––Aún faltan años para que podamos comprobar si el fruto del capitán Deigh con la terráquea sea factible para llegar a ser un guerrero––dijo su ayudante poniéndose manos a la obra.

––Será hembra. Tendremos que esperar al siguiente celo de la pareja y rogar a la Madre Diosa ––si la humana se deja, que esa es otra cuestión, dudo que los brazaletes de unión sean la clave para nuestras uniones. Laura no parecía muy contenta del asunto de «compañeros». Quedaban muchos huecos que llenar para unir a una pareja tan distinta como aquella. Tampoco Deigh era un guerrero fácil con el que convivir. Y Laura, una mujer fuerte, de carácter. El fruto de ambos podría ser completamente factible, pero con un carácter temible.

Juan se encontraba en un medio agradable, fluido, a la temperatura perfecta. Se sentía ingrávido, respiraba tranquilo y su mente relajada. Sabía que estaba en un sueño inducido, en alguna pequeña parte de su cerebro sabía que estaba caminando por una fina cuerda, podía caer en cualquier momento, aunque también podía tener suerte y llegar al extremos y encontrar la salvación.

Parpadeó un instante, una visión borrosa de micro segundos, un ser del sexo femenino le observaba, cabello plateado, ojos del mismo color. Fue fugaz, pero su expresión era angustiada, una mano blanca se posó en el cristal que les separaba antes de perderse de nuevo en sus sueños.

––¿Responde a la medicación?––preguntó otro de sus asistentes. Con su cuerpo, Soreigh ocultaba el panel de constantes vitales de Juan, la habían sorprendido a escasos centímetros del tanque de biogel acuoso donde estaba introducido el cuerpo de Jan. Sus tobillos y muñecas estaban restringidos, con agujas incrustadas sobre su piel, u la mitad de su rostro oculto por la máscara que proporcionaba oxígeno y el tubo de alimento directo por su esófago.

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