CAPÍTULO 74

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Los dos guerreros que le dieron el alto a la entrada al itsmo, por suerte para Elena no eran de los más espabilados.

––¿Un accidente?––repitió el tipo––. No se nos ha notificado. ¿Pero de eso no se encarga la doctora Soreigh o sus ayudantes?

––La doctora se encuentra herida, en un hospital de NovaOrbe, los ayudantes, tras las revueltas están muy ocupados. Se me ha llamado a mí para ello, solo es un herido, viajaba en un monovehículo. Solo necesita nanomec para sanar, los suyos se rompieron durante la caída. Daos prisa, guerreros, no querréis que uno de los «Sangre Pura» muera de un accidente si yo puedo evitarlo.

––¿No sabes el nombre del herido?––le preguntó el otro.

La estaban retrasando, demonios de guerreros idiotas.

––No, pero me gustaría saber los vuestros, si ese habitante de NovaOrbe muere, querrán saber quiénes detuvieron a la doctora que iba a ayudarles.

––Mujer, no podemos acompañarte, esta noche solo somos dos. Tenemos varias patrullas, pero tardarán en llegar pues caminan a pie, no usan vehículo.

––Iré y volveré enseguida, tengo esta montura––respondió Elena con paciencia.

––Pero las hembras han de ser protegidas––repuso el que estaba mas alejado.

Elena se estaba hartando de tanta conversación que no llevaba a ninguna parte, necesitaba salir a la de ya. Tiró de las riendas, y el semental que montaba manoteó en el aire. Bien asida con las piernas a la silla, picó espuelas e hizo que el animal se lanzase a la carrera dejando a dos guerreros boquiabiertos sin saber qué demonios hacer, salvo usar sus comunicadores y despertar a Tarigh en su primer sueño.

A pleno galope Elena gritó.

––Mujeres, imbéciles, no hembras.



Tarigh despertó sobresaltado, la insistencia del comunicador le obligó a saltar de la cama y buscarlo, lo había dejado entre sus ropas en el baño.

––¿Qué ocurre?––dijo de mala gana, una vez que se conseguía dormir, y lo despertaban.

––Una hembra, perdón comandante, una mujer se nos ha escapado por el itsmo ––escuchó desde el otro lado.

Se pasó la mano por la cara para despejarse y cerciorarse que era verdad lo que escuchaba desde el otro lado.

––¿Saben quién de ellas es?––preguntó, pensando en Lucía. Pero ella estaba siendo vigilada, no podía ser.

––La doctora terráquea, Elena, dijo que había recibido un aviso de un accidente de un monovehículo a la salida del itsmo.

––¿Y a ninguno de vosotros se le ha ocurrido acompañarla? Tanto puede ser verdad, como no. Aunque la doctora no suele ser de las más insumisas––preguntó Tarigh comenzando a ponerse nervioso.

––Para reforzar otros puntos, solo somos dos en la entrada señor, perdone nuestra franqueza–– repuso el guerrero.

––Está bien, yo me encargo, seguid la guardia, peor que no se os escape ni una más...––gruño el comandante a sus hombres.

No podía castigar a sus guerreros por órdenes que él mismo dio horas antes. Buscó sus ropas limpias y se dirigió a la salida de su casa, tecleó los símbolos para abrir la seguridad y se dirigió a su nave tras cerrar de nuevo. Tenía una vieja mononave, una antigualla, pero siempre estaba a punto, no era tan rápida como las últimas fabricadas, pero nunca le falló.

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