CAPÍTULO 73

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Juan no se separó de Soreigh ni un instante. No le importaba dónde fuese llevada, no le importaba que su hijo le mirase con ojos de asombro después de que los doctores se la arrebataran para estabilizarla, y él insistiera quedarse cuidándola toda la noche. Rioeigh no lo pudo evitar, pensó que si él amaba a una mujer terráquea, ¿Porqué no podía un terráqueo estar prendado de su madre siendo hermosa y aún joven? Por cierto, debía ir a por Nydia, había que poner las cosas claras, no pilotar sin aprender primero y sin él a su lado para evitar accidentes, se retiró tras asentir al pedido del joven guerrero terráqueo.

Nydia le esperaba en el pasillo, sentada en el suelo, agotada de tantas emociones. Había pilotado una nave, visto el desenlace del duelo de Lucía y el comienzo de las revueltas. Protegida entre los soldados y llevada casi a rastras de allí por el brazo fuerte de Rioeigh sin apenas dirigir a su persona una palabra, se temía lo peor, tanto para la salud de Soreigh, que se interpuso entre la daga que podía haber causado un daño irreparable a Lucía. Solo le había dicho que se quedase esperando allí, pero la sala de espera estaba muy bulliciosa.

Estaba a punto de ponerse el sol y no había probado más que un tentempié antes de capturar la aguja espacial.

Vio en cuál quirófano se encontraba la doctora siendo curada y se quedó allí, frente a la sala, dejándose caer poco a poco al suelo, abrazando sus piernas, dejando caer allí su cabeza atribulada. Esos orgullosos guerreros... ¿Perdonaría Rioeigh su falta? Quizás no pudiera unirse a ella nunca, no se sabía nada, el pueblo se había escondido en sus casas o algunos huido de la capital.

Todo era un caos, ahora NovaOrbe estaba tomada en cada esquina por guerreros que mantenían o al menos intentaban que todo estuviese en orden y nadie resultase herido. El Consejo, incluido Tarigh, que solo había dejado a Lucía en ese hospital enorme de la capital para que fuese revisada a fondo se hallaba ahora reunido. ¿Qué sería de ellos, de los simples terráqueos? ¿Tendría voz y voto suficiente Tarigh para que fuesen libres de ir y venir, o seguirían siendo esclavos de ese sistema caduco?

Ante sus ojos unas lustradas botas de color negro, las reconoció enseguida, levantó poco a poco la mirada cansada.

–– Levántate de ahí, mi madre ha de pasar aquí la noche, pero Juan la cuidará. Y Lucía no ha sufrido ningún percance grave, salvo unos arañazos en su rostro, de los cuales ni le quedará cicatriz. Tú y yo nos vamos a casa.

Tiró de su mano para alzarla y llevarla por los pasillos a paso tan rápido que a ella le costaba trabajo seguirlo. Una vez fuera del edificio una nave les aguardaba ya, la empujó casi a que se subiera y la dejó caer en uno de los sillones. Solo había un piloto y otro guerrero que ni siguiera le miraba.

–– Tarigh recogerá a Lucía y la llevará de vuelta. Deigh y Laura están ya en su hogar, y por lo que escuché a través del comunicador, ambos andaban bastante enfadados.

–– ¿Tú también lo estás?–– preguntó con voz temblorosa la joven que tejía una trenza con su dorado para hacer algo con su nerviosismo.

–– Hablaremos en casa Nydia–– fue su cortante respuesta.

El trayecto fue muy corto en manos de un piloto experto, una vez quitado su cinturón de seguridad, Rioeigh volvió a tomarla de la mano con fuerza para llevarla fuera. No estaban en el centro de la plaza de Alfa 1, sino sobre el enlosado de piedra azul oscuro que era el patio delantero de una mansión más pequeña que la de Tarigh pero del mismo estilo. La nave se elevó de nuevo a sus espaldas.

Uno de los sirvientes de esa casa les abrió las puertas antes que subiesen el último escalón. Rioeigh le agradeció con un asentimiento. Llevada de nuevo e la mano entró en esa casa que aún no conocía. El joven teniente se dirigió al hombre que esperaba instrucciones.

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