CAPÍTULO 42

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El guerrero pilotó la aguja espacial hasta estar sobre el punto indicado, a las órdenes directas del comandante entró en la atmósfera terrestre. En breve Acctush y Thoredd tuvieron a tiro al patético ser humano que casi se arrastraba sobre la nieve, dejando hondas huellas a su espalda. Su dirección era inequívoca, la torre Alfa 1.

––Aquí el piloto de primera Accrush, estamos sobre el objetivo, comandante. Envío imágenes.

En la sala de comunicaciones, las pantallas modernas que habían traído desde la nave « Pueblo Errante» se pudo ver con claridad meridiana un individuo portando un antiquísimo respirador y una raída capa apretada alrededor de su cuerpo encorvado.

Junto a Tarigh se encontraba Lucía, inconscientemente se asía a su brazo. Por suerte las otras dos personas presentes, la doctora Soreigh y la joven Carla estaban más pendiente a lo que reflejaban los monitores que a ellos.

––¿El radar de la nave os indica algún otro terráqueo o vehículo?––preguntó el comandante.

––A cierta distancia hay una construcción terráquea, un búnker, pero no tiene señales de vida en su interior. Desde ahí nacen las huellas––respondió el piloto.

––Bien corten el paso al terráqueo y procedan como les ordené––sentenció Tarigh.

––A sus órdenes, comandante, dejo abierto canal de comunicación e imagen.

Accrush maniobró despacio, en completa oscuridad hasta posicionarse a apenas diez metros del individuo. Activó entonces el traductor y el ampliador de sonido exterior para ser escuchado. Las luces iluminaron al ser, este quedó paralizado ante la súbita aparición de la silenciosa nave y casi cegado por la iluminación azul de esta.

––Alto, repito, alto––dijo en voz fuerte y despacio.

El infeliz levantó apenas la cabeza, deteniéndose.

––Muestre si va desarmado––continuó Accrush en tono neutral.

El individuo movió con lentitud los brazos, la capa que le envolvía hasta ese momento se extendió empujada por la ventisca hasta escapar de las manos de su dueño. Apenas llevaba una camisa de manga corta y unos pantalones de fina tela, no podía ocultar nada bajo ellos. Aterido de frio el terráqueo se abrazó a sí mismo temblando de forma ostensible.

––Nombre y a qué lugar te diriges––interpeló de nuevo a través del traductor. Sin embargo no recibió respuesta, el humano cayó arrodillado sobre la nieve blanca que se acumulaba a su alrededor, en un instante estuvo tendido en el suelo inerte.

Accrush dejó que la nave se posase delicadamente sobre el suelo, los patines que la sostenían se hundieron hasta el suelo. La voz del comandante, atento a cada movimiento a través de las pantallas, les ordenó:

––Baje uno de vosotros, no dejen de apuntarle con el arma. Puede estar fingiendo––dijo el comandante.

El piloto miró a su compañero, le pasó los mandos.

––Yo bajaré. Sigue vigilando, al menor movimiento sospechoso...––no había mucho más que decir, solo obedecer.

Accrush ajustó su casco para respirar en el exterior y salió de la nave de un salto. Caminar por la nieve no era fácil para alguien de su peso y de su tamaño, además, la atracción del núcleo de la tierra era algo más fuerte, lo que desde un primer momento costó algo adaptarse. Se mantuvo fuera de la línea de tiro hasta llegar hasta el terráqueo. Este no hizo ningún movimiento.

A pesar de desconfiar aún, se inclinó para poner una mano en el hombro del terráqueo. Le empujó un poco, siguió inmóvil, como si apenas respirase. No ocultaba nada tras esa fina tela que le cubría. Se sacó su propia chaqueta gruesa de uniforme para taparle y atrapar sus manos. No era de buen guerrero fiarse ni siquiera de los moribundos. Le cargó hasta el portalón trasero, nada más cerrarse, inyectó en el cuello de aquel ser un pequeño vial para que resistiera de los que llevaba para combate.

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