CAPÍTULO 58

43 7 2
                                    

Nydia desapareció el día entero. Evitó con todas sus fuerzas cruzarse con él. No era difícil en una nave enorme como aquella. Llevaba días observándole, y conocía al dedillo sus costumbres, rara vez las variaba, ni horas de comidas, vigilancia, visitas al Puente de mando, reuniones diarias. El juego del escondite que jugaba de niña entre los entresijos del arca, llevado a la adultez, aunque no a la madurez.

Su actitud era infantil, ella era la que le había arrastrado hasta el henil, la que le había ofrecido sus labios, sabiendo que él no podría resistirse. Sus brazaletes también le hablaban a ella de una forma extraña, y eso que ni siquiera los había visto, pero en sus paseos por la nave, descubriendo su laberinto, llegó en los primeros momentos hasta la zona de dormitorios de los oficiales. De un modo instintivo sabía cual era el camarote asignado a Rioeigh.

En ese instante no estaba allí, le sabía en sus obligaciones en el puente de mando. Se acercó a su puerta y sabiéndose en esos instantes sola en ese ala, se dejó caer en esa puerta, dejando su mano en su superficie, en el mismo sitio dónde él la ponía para que se abriese. No ocurrió nada, pero su oído captó algo, el zumbido lejano de algo metálico, casi musical, el calor la invadió y le era imposible alejarse de ese sonido. Solo el ruidos de pesados pasos por el recodo del pasillo le hizo abandonar el lugar a toda prisa.

Desde ese día estaba decidida a dar ese paso, a entregarse a él. Si Rioeigh no admitía que la deseaba, que estaban destinados el uno al otro, si ponía sobre la mesa las tradiciones de su pueblo, era un jodido cobarde.

Ahora le tocaba a él buscarla, encontrarla, perseguirla, conquistarla si deseaba algo más que una sola noche de pasión.



El ser al que Lucía había ayudado seguía sobre el suelo, aunque respiraba, su pecho desnudo subía y bajaba con ritmo casi natural. Era difícil dar un diagnóstico a través de las cámaras, aunque incluyeras las de temperatura sin saber siquiera la fisiología de esos seres, aunque estuviesen entroncados con su misma especie. Pero seguía vivo. Los suyos parecían demasiado acobardados para salir a la luz y llevarlo a zona cubierta.

Continuaba a pleno sol, sin recibir alimento, o agua. Jodidos idiotas, si al que Lucía se había arriesgado a ayudar era el jefe de la pequeña expedición y por su apostura parecía evidente, antes de la noche moriría delante de sus ojos a pesar de todo los esfuerzos.

Los cuatro guerreros que estaban en el puente apenas lo habían abandonado para necesidades básicas, observaban todo el perímetro mediante sus cámaras preocupados.

No querían retirarse de allí, no podían continuar con los arreglos básicos para aventurarse de nuevo al espacio tras la estela de la nave rescatista. Tenían en su poder diferentes vías de llegar a su planeta, usar la misma que esa nave cargada con todas aquellas vidas imposible, pensaba el comandante, había más rutas, con sitios dónde esconderse de posibles avistamientos y despistar al enemigo. Pero todas ellas les harían llegar mucho más tarde que la primera nave. Podrían hasta tardar lo que los terráqueos llamaban meses.

No les faltaría raciones de alimento y el agua tampoco, antes de salir de ese planeta estaban llenar hasta los topes los depósitos, filtrando antes de las impurezas. Pero estaban atrapados. Todos los sistemas de vuelo y sostenimiento de vida a bordo debían de ser revisados y eso al menos podría llevarles otra semana. Y todos los que estaban en esa sala eran necesarios.

La mente de Tarigh volvió a centrarse en el individuo caído a pocos metros de la nave.

––Trae a Soreigh––se dirigió a su hermano.

Deigh se levantó de su asiento y salió a toda prisa del lugar para obedecer la orden.



CONTACTO EN LA ÚLTIMA FASEWhere stories live. Discover now