CAPÍTULO 34

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 Frederick había conseguido mas potencia para motor de la moto de nieve. Redujo al máximo su peso, haciendo que lijaran capas de pintura y reparando antiguos agujeros de óxido que estas tapaban. Arrancaba a la perfección, pero necesitaba ese extra de rapidez.

Era un plan peregrino, pero factible. Llegaría hasta Alfa 1 como un viajero extraviado mientras los suyos se escondían tras las dunas a la espera de su radio señal. Nadie le esperaría y los de esa torre eran demasiado confiados y buenos samaritanos con los necesitados de ayuda. Llegaría con la moto de nieve, fingiéndose perdido y aterido de frío hasta la misma puerta, y sin deshacerse de su disfraz, pediría hablar con su líder. Una vez que estuviese frente a ella, la tomaría de rehén Nadie dispararía a Lucía cuando la tuviese en su poder. Amenazaría con llevársela completamente expuesta a los elementos, al aire venenoso, al frío, si no se rendían. Los suyos llegarían en su apoyo. Mandaría a volar a los <<alienígenas>>, bajo pena de eliminar a Lucía. 

Si eran tan <<decentes>> como presumían, se irían de allí con el rabo entre las piernas. Si no, se parapetarían tras la alcaldesa y los eliminarían, no eran mas de diez o doce. Ninguno se atrevería a disparar a la mujer. Podría jurarlo eran así de imbéciles. todo músculo, nada de cerebro. Por muy hermosa que fuera la mujer, todas erar reemplazables. Si ella no sobrevivía, habría otras para sustituirla en su lecho. 

La torre Alfa 1 sería al fin suya, solo suya. Desde allí doblegaría a las demás. Incluso a esos  idiotas sin ley de los <<Sin Pueblo>>. Solo apretarles un poco las clavijas, y los tendría comiendo de su mano.

Con el combustible suficiente iría hasta la torre esa misma noche. Solo debía esperar a que la nieve solidificara más y dejara de ser polvo para poder deslizarse con facilidad. Los camiones estaban preparados para sus hombres con sus ruedas protegidas por cadenas.

––¿En cuanto esos alienígenas se larguen tomaremos Alfa 1?––preguntó uno de los mecánicos.

––Con suerte esta misma noche––respondió seguro de sí mismo Fred, en su mente recreaba cada parte de su plan como si ya estuviese conseguido todo.

––Al menos son un centenar de hembras. Una será para mí o dos...––dijo el otro con una risotada.

––Cuando nos instalemos podréis escoger a gusto––alentó Fréderick a sus secuaces––. Seremos los amos de esa torre. Los haremos trabajar para nosotros. Podremos largarnos de este agujero súper poblado, lleno de mujeres enclenques y niños deformes. Si fuera por mí... no permitiría alimentar, o vivir a aquel que nace lisiado. Lo dejaría afuera de la torre y el aire y el sol se encargaría de convertirlo en polvo. Una boca que no produce no es necesaria, hace perder tiempo y recursos. Pero el alcalde se niega a lo evidente.

––En Arca Alfa todo será diferente––dijo el tipo que pulía con ahínco el morro de la máquina.

––Por supuesto. El que se niegue a acatar las órdenes de sus habitantes será arrojado fuera, nada mejor que una agonía lenta hará que los demás agachen la testuz. Obedecerán, trabajarán para nosotros y será nuestro nuevo paraíso. Como si para ello he de exterminar hasta el último hombre, incluido a ese niñato de Juan, y los niños varones los usaremos de moneda de intercambio con los <<Sin Pueblo>>. Por cierto, Juan, no se ha puesto  en contacto con nosotros. Eso es lo que me tiene preocupado. Él puede darnos mucha información sobre la actual defensa. No sabemos cómo terminó el asalto de los esclavos que compramos para ello a las colonias bajo tierra de los «Sin Pueblo». Ni siquiera volvió esa pequeña de pelo rojo que ordené dejasen fuera por si el plan fracasaba, no he recibido de sus guaridas noticia alguna de su regreso. Pero no importa, en cuanto se ponga el sol la nieve se habrá endurecido los suficiente para sostener la marcha de todos los vehículos bien pertrechados de armas lanzaremos nuestro ataque.

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