CAPÍTULO 29

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El silencio durante la subida de las escaleras hasta los dormitorios fue tenso. Tarigh y Lucía, a solas con sus pensamientos, habían ascendido, uno a pocos metros del otro hacia el pequeño apartamento que compartían, para dormir esa noche.

––¿Quieres usar el baño antes que yo?––preguntó Lucía en tono monótono.

––No, he usado los comunales, los que están al lado del comedor, junto con los demás guerreros––respondió Tarigh con voz cortés.

Ella sin decir ni una palabra más se dirigió a la pequeño cubículo que era destinada para ello, escuchó correr el agua de la ducha antes de encerrarse en la habitación que le asignaron el primer día. Aunque más atenuado, desde su cama podía seguir oyendo el sonido de las gotas caer, imaginarse como ella se desnudaba y se introducía en el pequeño cubículo y el líquido elemento bajaba por todo su cuerpo. Allí no era como las del hangar, el jabón fluía unos minutos junto con el agua, y luego solo el preciado líquido purificado solo te limpiaba a fondo de las impurezas del ambiente.

En los hogares era un acto íntimo, tenían unas pequeñas pastillas perfumadas que usaban como jabón. Las que utilizaba Lucía en su baño olían dulce y frutal. Aunque unas notas fuertes, irreconocibles también estaban en el compuesto, incluso eran más atrayentes. Entraban en tu nariz y evocaba un espíritu dulce y fiero a la vez. Era imposible querer dejarse envolver por ese aroma que se mezclaba al del propio de la piel de esa mujer de piel dorada y cabello rebelde y ondulado.

¿Dormir esa noche? Imposible. Su cuerpo demandaba a gritos el roce de sus manos, la suavidad es su cabello, la redondez de su seno y de sus caderas. Y ese triángulo adorable entre sus muslos... Hundirse en él, una y otra vez hasta la locura...

En la soledad de su dormitorio escuchó como abría de nuevo el baño y ella caminaba descalza, y esa fragancia , incluso a travesaba la madera de la puerta parecía multiplicarse a su alrededor. Su miembro respondía a la llamada del deseo, elevándose suplicando alivio. Solo podía hacer una cosa, todos los hombres lo hacían, y algunos bastante a menudo. Bromeaban con ello.

Él, nunca fue un hombre dado a grandes pasiones, pero esta vez, necesitaba romper esa norma. Su mano se dirigió hasta ahí mismo, bajo las sábanas, entre sus piernas ligeramente abiertas, solo necesitó un poco de fricción, y estalló como un cometa traspasando la atmósfera.

Ajena a lo que ocurría en la habitación contigua, rellenó de comida el cuenco de su gato y le puso agua limpia. Su arenero era auto linpiable, aunque mañana debería echarle un vistazo. Ahora estaba agotada tanto física como psicológica. Demasiadas emociones para apenas doce o dieciséis horas.

Vestida con uno de los pijamas del que fue su esposo y que utilizaba en época de frío, se acostó en el sofá ya preparado como cama para una persona y en cinco minutos estaba Bollito intentando acomodarse en el hueco trasero de sus rodillas flexionadas. Amasó durante un rato la cálida manta y se hizo un ovillo para pasar la noche igual que su dueña.

Pero Lucía solo tenía los ojos cerrados, por su mente pasaban como en una película lenta y monótona cada palabra de su conversación con el comandante Tarigh. Se preguntaba si se estaba volviendo loca, ofreciendo su libertad, su estatus y el resto de su vida a un hombre que conocía de apenas una semana.

Pero algo en su interior le empujaba a ello, un instinto primario, muy superior a su organizada mente. Su corazón latía frenético cuando pensaba unirse a él, fuese como compañera o concubina, a este no le importaba convencionalismos, le decía que él era el indicado, que solo a su lado alcanzaría la felicidad, tantos años esquiva.

Todo estaba en silencio cuando Rioeigh desenrolló su saco de dormir en el mismo lugar que solía hacerlo Maddeck, ante la puerta de la enfermería. Al otro lado estaban durmiendo Nydia y su madre. Llevaba largo rato en su propia cama, pero todo le impelía a dejar la suavidad de su colchón y sentirla al menos cerca, aunque hubiese una pared de por medio. Conocía que madre e hija habían cedido su dormitorio a la joven llegada de los «Sin Pueblo», pero también había escuchado a la joven de cabello cobrizo discutir con Maddekj en susurros en las estancias superiores, así que ese pasillo estaría vacío hasta el alba.

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