Deneb Malfoy creció en un mundo diferente al de los simples mortales,
Incluso distinto al de los magos comunes.
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Omitió sus pensamientos sobre cosas que estaban mal,
Trató de seguirle la corr...
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¿Puedo limpiar mi consciencia,
Si soy diferente al resto?
¿Tengo que correr y esconderme?
Nunca dije que quería esto.
Esta carga vino a mí,
E hizo su hogar en mi interior.
Si te dijera lo que fui, ¿Me darías la espalda?
Y si parezco peligroso, ¿Tendrías miedo?
Tengo la sensación solo porque,
Todo lo que toco no es lo suficientemente oscuro,
De si este problema yace en mí.
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Con Voldemort de nuevo en el poder, acechando entre las sombras, la familia Malfoy estaba deleitada de ser de las principales entre su ejército que se alzaba otra vez.
Pero Deneb sabía que ella jamás sería parte de eso, ni de todo lo que implicaba ser mortífaga. Ella no mataría, no torturaría ni obligaría a nadie a hacer algo en contra de su voluntad. Porque sabía muy bien lo que era estar del otro lado y sufrir las consecuencias.
A veces se preguntaba si en algún momento todo se fuera al demonio y la matarían.
Su mundo estaba completamente dividido y ella había quedado en medio sin poder escapar hacia su destino, hacia el lado bueno, aquel donde había amor y risas y abrazos y felicidad. Ese lugar que estando en slytherin no podía tener, que siendo una Malfoy no se lo permitiría jamás, y que teniendo un prometido escogido por sus padres no tenía chances de sonreír otra vez en la vida.
Ese mundo que envidiaban muchos ahora le aborrecía con suma intensidad y cada segundo que pasaba crecía más su odio. El tatuaje en su piel le recordaba que no había forma de escapar de allí, que una vez dentro, era difícil salir... pero era viable.
Porque sabía que otros tantos de su familia lo habían logrado, y ella estaba segura de que también podría. Deneb Malfoy era astuta, era ambiciosa. No frenaría hasta lograr su cometido.
No tenía muchas personas en las que confiar. Incluso su mente le jugó una mala pasada haciéndole creer que no tenía a nadie de su lado, cuando realmente tenía más de las que sus dedos de la mano podían contar.
