61. El fin de la Bestia

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61. El fin de la Bestia. Parte II

Dedicado a Dougladys

Lydia gritó al caer. No fue un grito de Banshee, pero sí uno casi en menor medida. Probablemente debido a sus cuerdas vocales aún inflamadas. No sé cuánto tiempo estuvimos cayendo, sé que mis brazos y piernas chocaron varias veces con paredes metálicas. Estábamos cayendo por un conducto de aire enorme, y finalmente, tras varios momentos, caímos a una sala.

Por suerte, la pelirroja se había movido a un lado antes de que yo cayera. No caí encima de ella, mi cadera chocó contra el duro pavimento. Gruñí de dolor, sabiendo que ese golpe y los recibidos en la caída me generarían variedades de moretones. Me incorporé del suelo como pude, Lydia igual.

Grité de dolor de repente — ¿Sarah? —escuché la débil voz de mi amiga. No gritaba por mí, aunque me doliera todo el cuerpo, ningún dolor era terrible como para gritar desagarradamente. No. Gritaba por mi hermano.

Stiles había ido a buscar a Malia, y por esa herida que sentí, supe que ambos estaban en problemas. Seguramente la Loba del Desierto era la respuesta. Sentía como si algo se le hubiera incrustrado en el hombro a mi hermano. Algo filoso y difícil de quitar. Probablemente un cuchillo o algun vidrio roto.

Maldije. Porque mi mejor amigo y Liam estaban inmovilizados por el aparente veneno de Kanima que ahora Theo poseía. Porque mi amiga estaba débil, herida y ahí sola y encerrada en una habitación completamente a oscuras. Porque el imbécil de Theo una vez más nos jodía los planes y nos hería. Porque mi hermano y Malia estaban en problemas y yo no podía ayudarles.

Lydia me ayudó a levantarme, pero sabía que no tenía demasiadas fuerzas. Ella también cayó de la misma forma o peor por el conducto. Apreté mis labios y traté de ignorar todos las heridas que sentía, propias y de mis protegidos. Me sentía débil, pero no me dejé estar así, tenía que sacar a Lydia de ahí y ayudar a mi manada.

No podíamos ver absolutamente nada de aquél lugar. Estaba todo completamente oscuro. — No veo nada... —sollozó Lydia, desesperación en su tono. Sentí que agarraba mi mano, cual ancla que se aferra al fondo del mar.

—¿Estás herida? —indagué.

—Estoy bien...

—Al curar, desprendo cierta calidez y luz. —expliqué, sabía que en términos generales estaba bien, pues no sentía huesos quebrados ni heridas mortales en ella. Pero seguramente, sí tenía heridas superificales que podía curar sin usar demasiada fuerza. Y que a su vez, nos ayudaría a ver algo en esa oscura sala.

Le sentí asentir. Sentí que me entregaba uno de sus brazos, noté con facilidad un corte superficial en su bíceps. Acerqué mi mano ahí y me concentré para poder usar mi habilidad curativa. Nunca había utilizado la misma con intención de curar lentamente, todo lo contrario, odiaba pensar que un protegido estuviera herido demasiado tiempo. Pero en ese caso, necesitaba curar lentamente. Necesitábamos de la luz de mi habilidad para ver lo mayor posible de ese cuarto.

Al abrir mis ojos, vi cómo mi palma se iluminaba a un centímetro de la piel de Lydia. Era una luz blanca pero a la vez cálida. Observé el corte que estaba curando, en pocos segundos lo curaría sin demasiada dificultad. Aproveché la luz para alzar mi vista. Mis ojos tardaron unos momentos en adecuarse a la tenue luz que mi mano desprendía.

No parecía ser una sala muy grande. Logré ver varias paredes de cemento a la lejanía. No logré identificar una puerta, pues la herida ya se había curado y con ello, mi luz se había esfumado. Tomé la mano de Lydia, para no perdernos en la oscuridad y caminé hacia donde había visto una de las paredes. Alcé mi mano libre y la mantuve frente a mi cuerpo, para que sea ésta la primera en chocar contra esa pared.

Monsters In Disguise [Teen Wolf]Where stories live. Discover now