CAPÍTULO 23. AMOR A ESCONDIDAS

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—Alexa, hija, despierta, se te hará tarde.

—Mamá es sábado, —dije mientras me tiraba la cobija encima.

—¿Acaso no empiezan hoy las clases de reposición del extracurricular?

—¡Mierda! —me paré de golpe y con el pie de la rodilla lastimada, —Se me había olvidado, —cojee un poco al caminar.

—Ten cuidado con esas levantadas así, mira, ya cojeas.

—Ay si, tendré cuidado, voy a bañarme rápido.

Me organicé en tiempo récord y bajé a desayunar.

—¿Joel viene por ti?

—No sé mamá, tal vez no se acuerda, ayer no me dijo nada, yo creo que se le olvidó.

—Pues escríbele.

—Voy.

Con temor a que me dejara en visto de nuevo le escribí.

—Buenos días Joel, a mi se me olvidó que hoy teníamos que ir al colegio a recuperar las clases perdidas del extracurricular.

Pasados un par de minutos me respondió.

—Buenos día nena, a mi se me pasó recordártelo ayer, ¿ya estas lista?

—Voy a desayunar.

—Ok, apresurate que ya paso por ti.

—Bueno, gracias, ya nos vemos entonces.

Me dispuse a desayunar con mamá.

—¿Qué dijo Joel?

—Que me apresure que ya viene por mi.

—Gracias a Dios, ese muchacho ha sido una bendición en nuestra vida, sobre todo para tí, te ves radiante.

—Si, eso parece, —mordí mi labio inferior para no llorar, estaba con mi corazón roto en mil pedacitos.

Estaba lista y escuché el pito del auto de Joel, me despedí de mamá y salí a prisa, él, como siempre bajo del auto, me abrió la puerta y me ayudó a subir en él, me saludó de beso como si nada pasara mientras por dentro moría de rabia.

Ya decía yo era demasiado perfecto todo esto que estaba sucediendo entre los dos, creo que finalmente se había dado cuenta que yo no era la mujer ideal para estar con alguien como el,  además, yo no tenía nada que hacer al lado de la maestra, es una mujer joven y hermosa del tipo que le gustarían a su padre.

¿Quién era yo para entrar a la flamante familia Vázquez?

—¿Todo bien? —preguntó.

—Si.

—¿Segura?

—Si.

No dije mayor cosa y me sumergí en mi teléfono a ver tonterías en redes sociales.

Llegamos al colegio y entramos al aula de cocina.

—¿Segura que estás bien?

—Si, ¿por?

—Estuviste muy callada todo eo camino.

—Ah, pues no tenía mayor cosa para decir.

—Ah, entiendo.

Empezó la clase y me concentré lo mío, presté mucha atención, logré hacer un buen trabajo, aunque la dichosa maestra seguía criticándome, decidí no prestarle atención y no dejarme afectar por sus críticas, total, tenía que aguantarla todo el año.

Salimos a un pequeño receso y podíamos comer lo que preparamos, fortuna para los que les quedó bien.

Nos sentamos a comer y Joel no quitaba su mirada de mi, evaluando cada movimiento, cada gesto.

—Alex, no me digas que no te pasa nada porque es obvio que si.

—El mundo no gira a tu alrededor, tengo muchas cosas mas importantes en qué pensar que en nosotros.

—¿Qué? Aún así dices que no pasa nada, tu actitud es muy diferente desde ayer.

—Pues creo que no hay motivo para estar molesta contigo, ¿o si?

—No que yo sepa, a menos que exista algo que te disguste, en ese caso, me gustaría que me dijeras qué es.

—¿No sabes lo que descubrí? Que hipócrita eres, sabes perfectamente a que me refiero.

—¿De qué hablas? Dime porque de verdad no sé a qué te refieres.

—¿Sabes algo? Mejor dejemos así, esta relación no tenía ningún futuro, sabía que tarde o temprano te darías cuenta de tu error. Salí corriendo y me escondí cerca al gimnasio del colegio, poco después me alcanzó.

—Ven aquí, —me llevó a la fuerza hacia adentro del recinto, —a mi no me dejas con la palabra en la boca, me dices ya de qué demonios hablas.

—¡No te hagas el imbécil! Ya sé que andas buscando a la nueva maestra.

—¿Yo?

—Si tu, esperas a que ella te de el si para luego botarme.

—Mujer, pero, ¿de dónde sacas eso?

Estaba a punto de reclamarle por la carta, cuando escuchamos ruidos, parecían gemidos.

Nos acercamos cuidadosamente hasta donde provenían los sonidos.

Nos asomamos por las pequeñas ventanas de la oficinas y salones que quedan allí.

Para nuestra sorpresa, vimos a la maestra Karen teniendo sexo con alguien, a quien no logramos ver, ella estaba de espaldas a la puerta, sobre el sujeto y no podíamos ver su rostro.

Regresamos por donde veníamos y aproveché para reclamarle.

—Alguien te ganó la partida con la maestrita.

—¿Por qué sigues con eso?

— Encontré un dichosa carta de confesión amorosa, de tu puño y letra, que estoy segura, iba dirigida a ella, porque aunque no mencionas su nombre, si sus sensuales labios rojos. ¿Qué te pasa? ¿no podías sacarme primero de tu vida antes de empezar a coquetear con otra persona? definitivamente eres como todos los hombres.

—¿Cual carta?

—La encontré en tu auto cuando la trajeron ayer.

—¡Demonios! ¿Por qué no preguntaste directamente cuando la viste antes de hacer conjeturas?

—No era necesario, al leerla todo me quedó muy claro.

—Me parece el colmo que después de todo lo que hemos pasado y de todas las veces que te he mostrado que te amo y que me importas, vengas a deconfiar de mi a la primera, no te puedo decir de quién es la carta, pero si te puedo decir que no es mía. Alguien me pidió el favor de escribirla y el jueves, le presté mi auto también a esa misma persona, por eso ayer te recogí en taxi. Dirás que por qué no te conté, pero la verdad es que no me siento cómodo contandote lo secretos que me confían, otra cosa, yo le prometí a quien me pidió el favor que no revelara nada de lo que estaba sucediendo, además, tú sabes que si se  llega a saber de un romance entre una maestra y un estudiante, sería un hecho muy grave.

Escuchamos risas bajitas y nos ocultamos, Karen había salida del cuarto con Ariel.

Eso explicaba muchas cosas.




LOS CHICOS DE LOS QUE ME ENAMORÉWhere stories live. Discover now