Capítulo 28

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Frutos rojos y diamantes a juego

Donghae despertó con el dulce aroma inundándolo, al principio creyó que simplemente estaba soñando, despues que de alguna manera había terminado en un bosque rodeado de ese exquisito aroma, se le hacia agua la boca, con ese desentumimiento en las mandíbulas. Abrió los ojos con tanta pereza que no fue capaz de reaccionar del todo hasta que se dio cuenta lentamente. El cuerpo caliente a su lado, el brazo que lo tomaba por la cintura y la respiración al compas a sus espaldas. Había dormido a su lado.

Hyukjae.

Era él, una sonrisa se deslizo por la comisura de sus labios mientras una sensación de calidez le llenaba el cuerpo y las mejillas. Se giró con cuidado para no despertarlo. Lo cual era difícil tomando en cuenta los sentidos, los cuales debía de tener muy desarrollados. 

Y se enamoró. 

No sabe si fue en ese momento en el que paso o en el que se dio cuenta. Verlo así, durmiendo a su lado, con la piel tan suave y pálida, el tierno puchero en sus labios, las largas pestañas descansando contra sus mejillas, el cabello negro, revuelto y cayendo sobre su rostro, ese rostro que tiene una línea rosa como cicatriz que solo servía para acentuar la perfección de la piel. Tenía una vista casi angelical. Era como si mirara una de esas hermosas pinturas que valen miles de dólares, y estaba seguro que Hyukjae era mucho mejor. Era hermoso,

¿Cómo pudo llegar a pensar que era una bestia?

Sonrió cuando una idea cruzo por su mente, estiro las manos y las llevo hasta la camiseta suelta, deslizándolas por debajo, sintiendo la piel tibia del mayor. Entonces recordó una vez más aquella noche en la que por primera vez se transformó en lobo.

—¿Qué haces?—Su voz sonaba adormilada, lo sujeta de la cintura y lo acerca un poco más. Cuando abre los ojos estos brillan de un rojo profundo.

—Nada—Coloca todas las palmas de las manos en el vientre del mayor, sintiendo la piel bajo sus dedos, las curvas y los relieves de las cicatrices.

—¿Enserio?—Su voz es ronca, más grave de lo normal y sus labios se ven también gruesos.

—Mhm—Responde deslizando las manos hacia arriba, hasta su pecho, donde del lado derecho se siente más suave y delicado, hay un ligero quejido en su respiración que casi cree que ha imaginado.

—Me quiero casar en la primavera, cuando las flores abunden y todo se colorie de verde, quiero que sea cerca del mar y que haya cestos llenos de cerezas y frutos rojos, que todo huela a ti y a mi—Donghae se abraza al mayor. Esconde el rostro en su pecho, sintiendo el aroma silvestre hacerse más fuerte. Podría quedarse así para siempre.

—Ya lo tengo—Donghae no entiende y no pregunta, esta tan cómodo que protesta con un puchero y un quejido cuando Hyukjae se aparta. Pierde el contacto con la piel del mayor haciendo que salga de su ensoñación.

—¿Qué?—Se sienta en la cama molesto por haber sido sacado de su pequeño paraíso personal. Ve como Hyukjae sale de las sabanas, llevaba un pantalón deportivo y una camiseta que lucían cómodas. Se agacha y rebusca en uno de los cajones. Donghae está a punto de preguntar qué sucede pero el alfa lo interrumpe.

—He terminado mi servicio con el país, y al menos que no haya otra guerra no volveré. No se si tus padres te lo dijeron pero mi familia es dueña de una línea de joyerías, así que si no te gusta puedes escoger otro.

Donghae no entiende idea de lo que habla, se arrodilla frente a él con una caja de terciopelo y cuando está a punto de preguntarle, la abre. Haciendo que las palabras desaparezcan de sus labios.

—¿Te quieres casar conmigo?—Le sonríe, sus ojos se vuelven oscuros y brillantes, hay una sonrisa en sus labios que le llena el corazón y quiere decirle que es la pregunta más estúpida que ha hecho porque el omega le acaba de decir como quiere la boda, pero se calla, más que nada porque no puede hablar de la emoción.

Un anillo de oro blanco, con diamantes  y reflejos de azul celeste. Eran como pequeñas piedrecitas apiladas que de alguna manera lucían elegantes y bonitas.

—Sí—La voz le sale aguda, de alguna manera su vista se vuelve borrosa y se da cuenta que esta llorando.

Hyukjae sonríe, sonríe tanto que se ven las encías rosadas, la marca en la comisura de los ojos y como se alzan sus pómulos. Es adorablemente hermoso. El alfa le toma la mano con cuidado, saca el anillo de la caja y se lo coloca en el dedo, deslizándolo casi en cámara lenta hasta que por fin se lo ha puesto.

Se han prometido.

—Hyukjae—Llama mientras la sonrisa se plasma en su rostro y no se va. La sensación del anillo en su dedo de alguna manera le provoca algo explendido y magnífico, cumpliendo el propósito de recordarle la promesa que acababan de hacer.

—Mi pequeño lobo blanco—Le besa la mejilla, le besa la frente y con un pañuelo le saca las lágrimas de felicidad. Donghae se abalanza a los brazos del mayor para unirse en el cuerpo ajeno y perderse en el exquisito aroma de frutos silvestres que desprende Hyukjae.

Era como la naturaleza y su alma felices. Lo cual se reflejo en sus orejas agitandose y su cola de lobo moviéndose de un lado a otro con tanta fuerza que apenas y era visible.

Estaba tan feliz, ya después vería como le decía a sus padres que se convirtió en lobo, casi se moría de hipotermia, que Hyukjae lo encontró y cargo desnudo para después dormir juntos en la casa del alfa. Solo sería cuestión de modificar unos detalles y simplemente decir lo que era de esperarse.

Estaban comprometidos...

Al fin.

Flores de Invierno [Eunhae]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora