Capítulo 4

985 82 28
                                    

Tras un buen rato caminando, llegaron hasta un pequeño lago escondido entre rocas. Link creía que ese era el lugar a donde el príncipe quería llevarle, pero estaba muy equivocado. Sidon se metió en el agua y lo invitó a subirse en su espalda, como aquella vez cuando iban a salvar a Vah Ruta.

—Sube —dijo él, dándole la espalda para que él pudiera agarrarse a él.

El espadachín dudó unos instantes: no sabía por qué se sentía tan nervioso si aquella no era la primera vez que lo hacía. Pero finalmente acabó subiéndose a la espalda del zora y se agarró a su cuello con cuidado. No pudo evitar notar el aroma que lo impregnaba, uno que le recordaba a la naturaleza y que le era muy agradable.

—Aguanta la respiración, ¿vale?

Link asintió, y luego Sidon se sumergió en aquel lago y buceó durante varios segundos bajo el agua. El hyliano permaneció con los ojos cerrados en todo momento hasta que por fin sintió que salían a la superficie.

—Hemos llegado, Link.

El héroe abrió los ojos, aún agarrado a los hombros del zora. Se encontraban en una pequeña cueva con setas luminiscentes que dotaban al lugar de una cálida luz azulada. Había rocas pulidas de colores azules y morados, y otras que brillaban también en la oscuridad. En las paredes, había decoraciones con conchas y piedras que alguien había puesto ahí a consciencia.

—¿Qué es esto? —dijo el hyliano mientras nadaba hasta la orilla del lago y salía del agua. Sidon se agarró al borde del lago, con los codos apoyados en el suelo.

—Descubrí este lugar hace tiempo, y decidí que sería mi lugar secreto. Vengo aquí a menudo para escapar de la rutina y descansar de mi vida como príncipe... A veces es agotador mantenerse fuerte y alegre por tu pueblo. Simplemente hay días que necesito ser solo Sidon, ¿sabes?

Link se giró hacia él, sorprendido. Sabía que Sidon también tenía una imagen que mantener, un pueblo que proteger... Empezó a entender que en ese sentido, ambos eran iguales. Que estaban anclados a lo que el mundo esperaba de ellos. Él debía ser el héroe y un honorable caballero; su amigo tenía que ser el príncipe digno del trono que su pueblo necesitaba.

—Sidon...

—No soy siempre el zora alegre que conociste. Yo también he llorado hasta quedarme dormido, me he enfadado con el mundo y he necesitado momentos para estar solo. En muchas ocasiones, solo me he tenido a mí mismo para seguir adelante.

El hyliano se sentó cerca del príncipe, a la orilla del lago con la espalda apoyada en una roca. Lo miró con seriedad, sintiéndose identificado con lo que le estaba diciendo su amigo. Quería decirle que él también se sentía así, pero era complicado.

—Muchas veces, solo he fingido estar feliz para que los demás no se preocupasen por mí. Porque si su príncipe no está bien, el pueblo empieza a perder el ánimo.

Link no supo qué decir, porque no se esperaba que Sidon se abriese tanto a él. Jamás le había contado aquello, a pesar de que eran tan buenos amigos. Desde el primer momento en el que conoció al príncipe, le pareció una persona que no albergaba tristeza ni miedo, solo alegría y positivismo. Sabía que aquello no era una imagen totalmente verdadera, pero no se esperaba que él guardase tanto dentro, como él. Ahora empezaba a descubrir una nueva faceta del zora que antes desconocía, y con la que se podía entender mucho más.

—Perder a mi hermana fue un golpe muy duro que tuve que soportar. Yo era muy pequeño en ese entonces, pero recuerdo muy bien la tristeza que sentí. Siempre recordaba todo lo que me decía Mipha: Que fuera fiel a mis principios, que estaba bien llorar y sentir miedo, que ayudase al pueblo siempre. Todo eso me ayudó a seguir adelante.

Lo que nunca dijimos (Sidlink)Where stories live. Discover now