Capítulo 42

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Habían ido a explorar parte de las ruinas del castillo y su ciudadela. Link le explicó lo que fueron ciertos lugares o qué se hacía en ellos y Sidon no paró de observar con curiosidad y un poco de tristeza al ver lo desolado que estaba todo. De aquel lugar ya solo quedaba una sombra de la majestuosidad que lo representó hace cien años, aunque por suerte las agujas del castillo seguían alzándose al cielo con orgullo.

Ya no había guardianes, aunque sí algunos monstruos que habían tenido que derrotar juntos. Era como si los secuaces de Ganon que quedaban aún se aferrasen al sitio donde su amo fue derrotado. Ambos decidieron dejar de explorar el lugar y regresar a las llanuras, pues a Link aún le traía malos recuerdos que no quería rememorar; y el aura extraña y lúgubre que conquistaba el sitio no ayudaba en nada.

Tras el castillo se habían dirigido al sur y la noche los sorprendió mientras exploraban las extensas llanuras y arboledas.

A Link le llamó la atención la forma en la que Sidon no paraba de rascarse los brazos frenéticamente. Al principio no le dio importancia pero el zora no paraba de hacerlo y llegó un punto donde tuvo que preguntar, preocupado y un poco angustiado.

—¿Sidon, estás bien?

El príncipe dejó de rascarse, avergonzado al ver que se había dado cuenta.

—Oh... Me temo que tengo las escamas un poco resecas... El aire parece un poco seco aquí y no me he metido en el agua en todo el día.

Link se alarmó por eso. Sí que había notado que el ambiente estaba más seco de lo normal en esa área, sobre todo cerca del castillo, pero no se había acordado de revisar el bienestar de su compañero. Y no quería poner en peligro la salud del príncipe.

—Tonto, ¿por qué no me lo dijiste antes? —contestó él, con seriedad. Inmediatamente sacó su mapa para planear una parada donde descansar y donde Sidon pudiese hidratarse—. Ven, sígueme.

Link dirigió su montura a uno de los caminos y el zora siguió sus pasos con una sonrisa. Tras un rato llegaron a la posta del río, al sur de las llanuras. Allí, Sidon pudo meterse en el agua mientras Link alimentaba a los caballos y le pedía permiso al posadero para quedarse fuera con algunas mantas.

Tras eso, el rubio preparó la cena para ambos, un arroz acompañado con carne que había comprado a un vendedor ambulante. Sidon pudo deleitarse con sus platos, cada vez más acostumbrado a la comida hyliana que Link preparaba últimamente. Allí ambos charlaron un poco junto al fuego, aunque no demasiado pues había varias personas cerca que de vez en cuando los miraban con curiosidad. El espadachín no se sentía muy cómodo con aquello, así que prefirió concentrarse en la comida.

Ya a la hora de dormir, el zora encontró un rincón perfecto donde poder tenderse en el agua al lado de Link, quien se había preparado una cama improvisada con heno bajo un pequeño techo de madera. Ambos se quedaron contemplando las estrellas durante un rato. El espadachín miró a Sidon mientras acariciaba delicadamente su brazo, sintiendo su tacto.

—¿Cómo están tus escamas? ¿Mejor?

—¡Sí, mucho mejor! Perdóname, no era mi intención preocuparte. Debí haber estado más atento de mí mismo.

Link asintió, más tranquilo, y regresó su mirada al cielo para perderse entre aquellos puntos brillantes. Se había vuelto una costumbre para ellos observar juntos las estrellas, prácticamente desde el comienzo de su relación.

—¿Cómo crees que están Bazz y Rivan ahora mismo? —dijo Sidon en un susurro que no alteraba la calma de la noche.

—Probablemente bien. Comiendo pescado y hablando sobre nosotros —dijo Link con cierto aire bromista. El zora se rio, sin dejar de mirar el manto de estrellas que había sobre ellos.

Lo que nunca dijimos (Sidlink)Tempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang