Capítulo 39

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Mientras aguardaban unos días, Zelda y Link le enseñaron a Sidon la aldea. Los sheikah se acostumbraron a la presencia del zora bastante rápido, aunque algunos ancianos lo miraban con cierto recelo. Vieron también a Pay, quien se puso extremadamente nerviosa al ver al enorme príncipe, e incluso a Impa, quien los saludó amablemente. También hicieron pequeñas excursiones fuera y hasta visitaron la fuente del Gran Hada, lugar que el zora jamás había visto y con lo que se quedó completamente fascinado.

No tuvieron que esperar demasiado tiempo, pues a los dos días unas personas vinieron a Kakariko. Cuando Itrea les dio la noticia, a Link se le formó un nudo en el estómago por los nervios, pero se obligó a ir. Los tres llegaron al punto de encuentro con la anciana, frente a la casa de la líder. A su lado había un hombre y una mujer ya en su madurez, que charlaban tranquilamente con ella. Tras ellos había dos caballos negros que probablemente eran suyos.

La mente de Link se puso en blanco y toda palabra se extinguió de su boca cuando observó a aquellas personas. Ambos tenían el cabello de un rubio que rozaba el blanco, debido a su ascendencia sheikah. La mujer tenía ojos rojizos, heredados por su padre, y llevaba el pelo recogido en una larga trenza que recorría toda su espalda. El hombre tenía ojos azules y un cabello que le llegaría a los hombros que estaba recogido en una coleta. Tras él, había una niña de quizá unos trece años que debía ser su hija. No veía a la madre por ningún sitio, pero probablemente era hyliana.

El tiempo había seguido su curso esos cien años en los que estuvo dormido, y Link se encontraba tremendamente perdido en el sinsentido, como si su mera presencia sobrase ahora o no tuviese lógica.

Cuando las tres figuras repararon en ellos, el padre de la niña les miró con una dura expresión de desconfianza y recelo que dejó helado al espadachín. Se veía un hombre serio, al menos a simple vista.

—¡Oh, aquí estáis! —saludó Itrea, haciéndoles una señal para que se acercasen. Los tres lo hicieron, con lentitud—. Os presento a Ilia y Kazuki, os dije que vendrían pronto. —La anciana miró entonces a los hermanos—. Muchachos, esta es la princesa Zelda, el príncipe Sidon de los zora y Link, el héroe de Hyrule y el hermano de vuestra madre.

Sidon y Zelda hicieron una pequeña reverencia ante los recién llegados y dijeron algunas palabras, pero Link solo se quedó mudo mientras los observaba, y solo pudo saludar sutilmente con la mano. La expresión del hombre parecía haberse suavizado ahora que sabía quién era, y se acercó un poco a él. El héroe contuvo el aliento, sorprendido.

—Entonces tú eres el legendario Link... Te imaginaba más adulto. Y mucho más alto —dijo, lo que hizo sentir al espadachín diminuto. Aquel hombre debía medir más de un metro ochenta por lo menos.

Aunque sentirse pequeño no era nada nuevo para él desde que conoció a Sidon, por supuesto.

—Vamos, no le digas eso, aunque te parezca extraño es nuestro tío —dijo Ilia, posicionándose a su lado—. ¡Hola, encantada de conocerte por fin! Mamá nos hablaba mucho de ti desde que eramos unos críos. Cuando escuchamos que alguien había salvado Hyrule de Ganon, supimos inmediatamente que fuiste tú. —Pasó el brazo por los hombros de su hermano—. ¡Kazuki no lo admitirá, pero también te admira!

—Oh... —fue lo único que pudo decir, con una sonrisa tímida. Diosa, ¿por qué no le salían las palabras ahora?

El hermano de Ilia rodó los ojos y miró a otro lado ante el comentario de la mujer. Ella se rió y la sonrisa de Link se hizo más tierna. Ilia parecía tener la misma personalidad alegre y extrovertida que Aryll, mientras que Kazuki se parecía más a él. Era como si todo volviese a repetirse, en un ciclo sin final que lo cubría de nostalgia.

Lo que nunca dijimos (Sidlink)Where stories live. Discover now