Capítulo 29

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El camino por las colinas de Sahasra era bastante empinado, pero por suerte ambos estaban entrenados y no les costó demasiado. A veces hubo algunas tramos que escalar y zonas más dificultosas. Link temió que Sidon no pudiera seguirle el paso, pero por suerte no hubo ningún problema... A veces se olvidaba de que el príncipe estaba también en muy buena forma.

Había preferido evitar Kakariko, pues no se sentía con fuerzas para ver a nadie más. No quería tener que responder preguntas de por qué estaba el príncipe de los zora allí, o qué estaba haciendo, o por qué no estaba con Zelda, o que si estaba bien. Así que habían pasado por otro sitio hasta llegar finalmente a un acantilado a cuyos pies estaba el Río Ciela.

Sidon entendió lo que pretendía Link. Entre risas, se cogieron de la mano y se lanzaron al agua sin soltarse. Tras el chapuzón, el zora estalló a carcajadas. Link se quedó maravillado por su risa, por las emociones que le despertaba, y por esa bonita sonrisa que hacía sus días más llevaderos. Cuando éste lo sostuvo entre sus brazos, no pudo sentirse más querido.

Cuánto se alegraba de que el príncipe estuviese viajando con él... Si hubiese ido solo, sus pensamientos negativos lo habrían estado inundando durante todo el camino. Pero con Sidon a su lado empezaba a comprender que no estaba mal estar acompañado. Que podía apoyarse en alguien más para que sus cadenas no pesaran demasiado.

El zora lo llevó hasta la orilla del río en su espalda, y tras eso continuaron el camino a pie. Cuando finalmente llegaron a la Posta de Picos gemelos ya era de noche. Estaba un poco nublado, pero aún así se podían ver algunas estrellas y la luna tras las nubes.

Cuando miró a Sidon lo pilló contemplando la posta ensimismado, pues seguramente nunca había visto una. Se podía escuchar el sonido de los caballos y otros animales como cabras o cuccos, y había un sutil olor a establo que se mezclaba con el aroma de la hierba fresca. Había varias personas en el camino que se quedaron mirándoles unos instantes antes de entrar dentro del sitio.

—¿Qué es este lugar, Link?

—¿Qué crees?

—Hmm... Hay caballos, por lo que supongo que hay establos. Y la gente parece ir dentro a descansar. ¡Oh, ya sé! ¿Son estas las postas de las que me hablaste tiempo atrás?

—Exacto.

Link sonrió, contento de poder estar enseñándole cosas nuevas a Sidon. El espadachín miró la posta con cierta nostalgia: aquella había sido, de hecho, la primera que visitó tras salir de la meseta de los Albores.

—¡Recuerdo haber conocido a uno de tus caballos! —dijo Sidon con entusiasmo, mientras caminaban. Link saludó al dependiente de la posta y a su gemelo cuando pasaron por al lado, y ambos se quedaron un poco extrañados de ver al príncipe zora en aquel lugar, pero tampoco dijeron nada—. Debo confesar que desde que te conocí empecé a desear montar a caballo, pero los zora no solemos hacerlo. Ni siquiera tenemos caballos...

—Puedo enseñarte, si quieres —contestó Link, ampliando su sonrisa.

—¿En serio, de verdad? ¿Podrías enseñarme? —Los ojos de Sidon parecieron brillar con el entusiasmo de un niño al que iban a concederle uno de sus caprichos, lo que enterneció profundamente al hyliano.

—Sí. Estaba pensando ir a Hatelia en caballo. —Link alzó una ceja y lo miró con una sonrisa divertida—. Y tengo ganas de ver a cierto enorme zora en sus primeros intentos de montar en uno.

Sidon lo miró desde arriba desconcertado, pensando quizá en cómo respondería a sus amistosas provocaciones. En los últimos días habían estado así, haciéndose bromas coquetas o chinchándose el uno al otro amistosamente. Quizá era señal de que su relación como pareja empezaba a llegar a una nueva etapa, y Link estaba deseando experimentarla.

Lo que nunca dijimos (Sidlink)Waar verhalen tot leven komen. Ontdek het nu