Capítulo 46

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Aviso: En este capítulo habrá una escena íntima suave (SFW). No es explícita ni obscena, sino romántica, suave y tierna; pero si aún así te incomoda puedes leer la primera mitad del capítulo y saltar hasta el final luego.

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—Honestamente, cuando dijiste que me ibas a enseñar una cosa muy especial no imaginaba que tendríamos que andar tanta cuesta arriba —replicó Sidon por cuarta vez.

—Shh, deja de quejarte. No te arrepentirás.

Era su tercer día allí en Onaona. Habían pasado momentos estupendos en la playa, pescando, nadando y explorando las costas o el fondo oceánico. Pero aquella tarde, Link parecía tener otro plan para ambos, y Sidon no había podido negarse a seguirle a donde fuese.

Habían salido de la aldea a pie y se habían adentrado en la montaña, donde en aquel momento estaban ascendiendo por una cuesta que parecía interminable. Las piernas le empezaban a doler y sus escamas parecían rogarle un poco de agua para aliviar el calor y el agotamiento. Estaba un poco intrigado sobre qué tipo de sorpresa se encontraría en el lugar al que el hyliano lo estaba llevando. ¿Tal vez otro dragón? ¿Alguna criatura que nunca había visto? ¿Un lugar secreto y mágico? O quizá...

Sus pensamientos se detuvieron y perdieron consistencia en cuanto llegaron a un terreno llano y más amplio. Los ojos de Sidon se abrieron de par en par cuando, bajo la cálida luz del atardecer, pudo visualizar un curioso estanque. Uno con la forma de un corazón perfecto que, a pesar de que se vería mucho más evidente desde un terreno más elevado, el zora podía deducir perfectamente aquella silueta desde su altura.

Alrededor del estanque había flores celestes, blancas y rosas que destacaban sobre la hierba, y alguna que otra mariposa revoloteando en libertad por la zona. Estaban en una montaña alta desde la que tenían grandes vistas: por un lado, el vasto océano; por otro, Farone y sitios lejanos de Hyrule como el Monte de Lanayru y el inicio de las Cordilleras Gerudo que se podían divisar desde ahí. Sin embargo, el príncipe regresó su vista a aquel curioso estanque, hipnotizado por su extrañeza.

Sidon ya había visto cosas muy bellas durante aquel viaje, pero aquello sin duda iba a entrar de lleno en su lista de favoritas. Era perfecto, como sacado de un bello sueño. Algo tenía el aura de aquel sitio que, por alguna razón, le transmitía una profunda paz y dulzura. Sentía que nada malo podía pasar ahí, como si estuviese protegido por las mismas diosas o por algo superior a ellos.

El zora se había quedado sin palabras y no podía apartar la vista de aquella belleza imposible. ¿Era siquiera natural o fue obra de alguien o algo?

—¿Link...? ¿Qué...?

El espadachín no contestó pero sonrió levemente mientras observaba el agua. Se acercaron al estanque en silencio, y el zora siguió al rubio con la mirada. Había algunas flores de loto rosas allí, y Link se agachó para tocar uno de sus pétalos con delicadeza. Fue entonces cuando el espadachín abrió la boca para hablar, en un ademán de romper el silencio. Sidon no pudo evitar que su corazón se acelerase.

—Hay una leyenda. Se dice que quienes visiten el Estanque de los Enamorados encontrarán a su alma gemela —contó él en un tono suave. Se rascó la nuca, un poco avergonzado—. Pero también escuché que las parejas que se reúnan aquí tendrán suerte y felicidad en su relación hasta el final...

Ahora sí, los latidos del zora se aceleraron tanto que tuvo que ponerse una mano sobre el pecho para intentar calmarse. ¿Link lo había traído allí por aquello? ¿Era aquella una manera de decirle que quería seguir con él hasta el fin?

El hyliano, mientras tanto, siguió hablando.

—No sé si creo en esas leyendas, pero lo que sí sé es que... eh... Tú y yo... —El hyliano cogió aire de nuevo, como si estuviera reuniendo valor. Sidon le tuvo paciencia mientras intentaba no derretirse ahí mismo por el peso de sus propias emociones—. Este lugar me parecía un buen sitio para que... yo... Agh, no sé hablar ahora. Perdón.

Lo que nunca dijimos (Sidlink)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora