Capítulo 45

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Link había agarrado la Espada Maestra con valor y firmeza. Su mano envolvía con fuerza la empuñadura, y por primera vez sus brazos no estaban manchados de sangre. No había voces desgarradas ni llantos agonizantes, aunque sí una gigantesca figura malévola frente a él; un fantasma de Ganon o de un pasado roto que volvía a reír. Pero Link no iba a volver a sucumbir ante él otra vez. Esta vez era diferente y no había angustia en sus ojos. Ya no se sentía tan débil, solo y vulnerable. Ahora comprendía que no tenía la culpa. Que el pasado era tan solo un mal recuerdo y ya nada podía hacerle daño salvo su propia mente.

Su espada sonó como si una voz de un pasado remoto resonase en su hoja; y aunque no sabía qué significaba exactamente, su corazón se llenó de valor al escucharlo. Pensó en sus seres queridos, pasados y presentes; en sus aventuras, en lo bello y extenso que podía ser el mundo. Una lágrima que no era de dolor corrió por su mejilla.

Con un grito de valentía, el espadachín saltó y se abalanzó sobre la figura, feroz y rápido como una mortífera flecha. Creció y creció hasta que aquella entidad no fue más que una mera sombra que podía aplastar fácilmente.

—¡Aquí se acabó! —dijo, no sabía si a él mismo o a aquel recuerdo fantasmal.

Y entonces, tras muchas pesadillas sin poder hacerlo, el espadachín la atravesó con su espada, rompiendo aquella figura en mil pedazos que se desvanecieron en el aire. El último grito que raspó sus oídos anunciaba el final de su tormento.

La luz se hizo desde el brillo de su arma, deshaciendo la profunda penumbra y trayéndolo de vuelta a la calma. Cuando abrió los ojos, la Espada Maestra había desaparecido. Link se encontraba frente al mar, con la cálida brisa moviendo su pelo y el sonido del agua colmándolo por completo. Sintiéndose arrullado por los sonidos, caminó por la arena hacia el mar para disfrutar de aquella agradable serenidad que lo había conquistado todo. Las olas traían el susurro de otros tiempos pero ya no parecían asustarlo ni hacerle temblar. El espadachín se sentía en paz, como si estuviera experimentando la calma tras la peor tormenta de los tiempos. Metió los pies en el agua y exhaló un suspiro de alivio.

De repente, unas sombras se dibujaron en la arena y algo en la forma de sus siluetas hizo que Link abriese los ojos de par en par. Contuvo la respiración y al darse la vuelta, sus ojos se llenaron de lágrimas y de una felicidad que no supo expresar. Su pecho estallaba y sentía estar frente a una ilusión.

La primera en acercarse a él fue Mipha, quien le dedicó una tímida y dulce sonrisa. Link la miró con una rebosante alegría mientras se quedaba congelado en el sitio, sin poder reaccionar.

Luego se aproximaron a él el resto de elegidos: Urbosa apoyó la mano en su hombro con una mueca amistosa, Daruk le dio una enorme palmada en la espalda como siempre hacía antaño, y Revali le observó a distancia con una sonrisa desafiante y orgullosa asomando en el pico. Link rió de felicidad al volver a verles, al sentirse tan arropado de nuevo por aquellas personas que tanto significaron para él. A quienes había olvidado pero que por fortuna regresaron a su mente.

—Yo... Yo... —Link no sabía qué decir. Se había quedado sin palabras. Era tan extraño y a la vez tan natural que se sentía como en un sueño.

—Oh, chico. Lo hiciste. Este es el principio de tu nueva vida. Disfrútala, ¿eh? —dijo Urbosa, apretando la mano en su hombro y revolviéndole los cabellos.

—¡Ahora debes comer muchos rocomuslos en mi lugar, zagal! —añadió Daruk, riéndose tan fuerte como de costumbre. El espadachín soltó una risa y los miró uno a uno, queriendo grabar cada detalle de sus rostros en su memoria para no olvidarlos jamás.

Lo que nunca dijimos (Sidlink)Where stories live. Discover now