Capítulo 32

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A la mañana siguiente volvieron a coger los caballos y subieron camino arriba, ya sin desviarse del sendero. Sidon se atrevió a montar solo a Fire, aunque el caballo estaba siguiendo al más pequeño así que el zora no tenía que hacer demasiado, salvo mantenerse erguido y sostener las riendas como le había enseñado el espadachín.

Cuando llegaron a Hatelia el cielo estaba nublado y gris, pero el ánimo de la gente estaba tan alegre como siempre. Link, sin embargo, estaba muy pensativo. Volver allí le estaba provocando una mezcla de emociones contradictorias: por un lado, sentía nostalgia y alegría al volver a la calidez de su hogar; por otro, aquello le traía recuerdos dolorosos y tenía miedo de lo que pudiera pasar a continuación. No estaba seguro si podía afrontar la realidad.

Por si fuera poco, una buena multitud de personas se les quedaron observando en cuanto cruzaron la entrada y se sintió terriblemente incómodo al tener de repente tantos ojos puestos sobre él. Aunque sabía que realmente no le estaban mirando a él, sino al zora de casi tres metros que montaba en el otro caballo. Algunos de esos hylianos probablemente nunca habían visto a un zora, y mucho menos a su enorme príncipe.

Cuando Fire se posicionó al lado de Kai, Link pudo ver a Sidon mirándolos con cordialidad y una sonrisa gentil mientras tenía una mano sobre el pecho en señal de respeto. Se inclinó un poco como saludo, desprendiendo jovialidad y entusiasmo. Solo con aquel gesto, muchas de esas personas sonrieron y le saludaron de vuelta, quedándose fascinadas por él y su indiscutible encanto. Muchas mujeres —y algunos hombres también—, casi parecían estallar de emoción ante el apuesto zora y hubo algún que otro chillido de exaltación.

Definitivamente, Sidon era todo un príncipe tanto en título como en apariencia.

—Vamos, te guiaré a mi casa —dijo, sintiéndose un poco cohibido ante todo el mundo.

Movió las bridas de Kai para indicarle que siguiera caminando, y llamó a Fire para que lo siguiera. Poco a poco pudieron alejarse de la multitud que los observaba, y subieron camino arriba hasta cruzar el puente que llevaba hasta el hogar de Link.

El espadachín se bajó de su caballo y lo dejó en el modesto establo. El zora le imitó, pero Fire tuvo que quedarse fuera puesto que era demasiado grande.

Una vez allí, Sidon contempló el lugar con ojos ilusionados y una sonrisa radiante, como era costumbre en él. Le parecía adorable la manera en la que el príncipe se emocionaba por cualquier cosa, incluso por una vivienda tan modesta.

La casa era pequeña y antigua, y sin embargo los años parecían no haberle hecho sufrir demasiado como a otras construcciones. Había algunas enredaderas y musgo que la cubrían pero al mismo tiempo se notaba cuidada. A la izquierda de esta había flores silvestres y un pequeño estanque junto a un enorme árbol.

—¡Oh, Link, tu hogar se ve muy acogedor! —dijo, acercándose a la puerta—. ¡Es fantástico!

—No exageres, Sid... —contestó con una suave risa—. Tú vienes de un palacio. Esto no es nada en comparación...

—Pero tiene su encanto, ¿sabes? Puede que sea humilde, pero es el hogar donde creciste y vives y eso la hace importante. Siento como si cada piedra tuviera cientos de historias y recuerdos maravillosos que contar —dijo, mirándole con una sonrisa—. Además tiene un aspecto rural muy pintoresco y encantador, ¡te pega mucho!

Link rodó los ojos con una sonrisa. Sidon era todo un experto con las palabras y en ver el lado positivo de todo, y eso era algo que admiraba de él.

El espadachín miró la casa con un suspiro. Si sus paredes pudieran hablar, ¿podrían contarle lo que le pasó a su familia hace cien años? ¿Podría así recuperar las piezas de sus recuerdos que le faltaban todavía?

Lo que nunca dijimos (Sidlink)Opowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz