Epílogo

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Aquel viaje los marcó profundamente, tanto a nivel personal como en su relación de pareja. Sidon y Link iban a recordarlo durante el resto de sus vidas como una de las mejores experiencias vividas y compartidas.

Tras Onaona, ambos siguieron viajando juntos durante algunas semanas más. Les dio tiempo a ver ligeramente la región de Akkala, cuyos árboles salpicaban el paisaje de tonos cálidos: marrones y naranjas que se mezclaban con el verde del pasto. A Sidon le gustó inmensamente aquel lugar, pero desgraciadamente tuvieron que poner rumbo a la región zora pronto, pues ya se iban a cumplir los dos meses que le había prometido a su padre.

Ya allí, ambos fueron recibidos con calidez y emoción por toda la raza acuática. Link jamás olvidaría la alegría e ilusión que reflejaba el rostro del príncipe cuando fue rodeado por aquella enorme familia. Cuando se miraron, entre el bullicio y el escándalo de los entusiasmados zora, ambos esbozaron la sonrisa más pura que podía existir. Una que hacía ver que habían regresado como nuevas personas.

El espadachín no solo se había encontrado a sí mismo, sino también había dado los pasos más importantes para sanarse de su trauma. Se había deshecho de la máscara que lo aprisionaba y descubierto que también tenía derecho a expresar sus propias emociones y pensamientos. Ahora, sin más expectativas ajenas, el héroe podía vivir por sí mismo y aprender a quererse. Ya no volvería a encerrar lo que sentía, pues sabía cuánto daño podía hacerse a sí mismo.

Por su parte, el príncipe había aprendido más sobre el mundo más allá de lo que ya conocía en los dominios de los zora. Había salido de su lujosa burbuja y aprendido cómo era la vida en otras zonas de Hyrule. Con todo lo visto y descubierto se sintió más fuerte, capaz y sabio, hasta el punto en el que ya no le pesaba tanto compararse con su amada hermana. Entendió que no tenía que ser como ella, solo ser él y confiar en sí mismo. Con valor, prometió demostrarles a todos que él no era un reemplazo, sino un verdadero merecedor del trono algún día.

Durante los siguientes días descansaron del largo viaje y pasaron el tiempo junto a Bazz y Rivan, a quienes les contaron todas las anécdotas e historias del camino. Por primera vez, Link sintió que tenía un verdadero hogar al que regresar.

Semanas después, ambos tuvieron que despedirse. Sidon debía volver a sus tareas como príncipe y Link quería ayudar a Zelda a levantar el reino de nuevo, ya sin sentir ningún peso en sus hombros. Sin ser un escolta o un héroe, solo un buen amigo que quería ayudar a la princesa y viajar con ella como le había prometido. Así que, con pesar y algunas lágrimas derramadas, ambos se dijeron adiós y se prometieron seguir hablando por carta.

Su aventura no acababa ahí, sin embargo. Link iba a menudo a visitarlo, y juntos disfrutaban de algunos meses de tranquilidad, cariño, y pequeñas escapadas románticas —y apasionadas— ajenos a los ojos de todos. De vez en cuando también hacían pequeños viajes, y con el tiempo el rey Dorphan permitió a Sidon visitar otras partes de Hyrule por asuntos reales, donde Link quiso acompañarle de vez en cuando.

Aquello no había hecho más que empezar para ellos dos.


***

6 años después

Los años transcurrieron sin que nadie pudiera detenerlos. El pasar de las estaciones fue duro, pero Sidon estaba completamente preparado para todo. Muchas veces extrañaba tanto a Link que dolía, y el tiempo que permanecían separados se hacía eterno. Pero sabía que su guerrero siempre regresaría para llenar el hueco que dejaba con su marcha, así que seguía esforzándose en su trabajo con optimismo y perseverancia, haciendo a su querido padre cada vez más orgulloso. Sirvió a su gente sin perder la calma ni la sonrisa, entrenó duro día a día, y protegió su hogar de cualquier amenaza. Pronto, todos los zora hablarían de lo cada vez más preparado que estaba el príncipe para tomar el lugar de Dorphan.

Lo que nunca dijimos (Sidlink)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora