Capítulo 21

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Link se había quedado profundamente dormido entre sus brazos mientras lo acariciaba. Sidon lo dejó estar, pues merecía descansar después de tanto tiempo sin dormir bien y de estar soportando aquellas emociones en solitario. De tantas semanas luchando en silencio contra aquel monstruo que nadie podía ver.

Por eso ni siquiera se atrevió a moverse a pesar de que, tras un buen rato, empezaba a no estar muy cómodo en aquella posición. Sus brazos se le habían quedado dormidos, las joyas le molestaban y le dolía el hombro al no estar bien posicionado.

Pero no le importó, pues se sentía en el paraíso al tener a Link durmiendo junto a él. Notando su respiración calmada y aquella calidez que emanaba de su pequeño cuerpo. Parecía que esa vez no estaba teniendo ninguna pesadilla, aunque no podía estar seguro de eso. Se sentía afortunado de que el héroe lo hubiese elegido a él como lugar seguro donde bajar la guardia de aquel modo.

Le acarició el cabello y las orejas puntiagudas con cuidado de no despertarle, y se quedó observando aquel rostro durmiente. Nunca se había fijado en la paz que transmitía cuando dormía o en esa manera de dejar entreabiertos sus labios. Tampoco en ese leve y tierno silbido que salía por su nariz y que despertaba su curiosidad.

Lo adoraba. Y no iba a dejar que nada ni nadie volviese a hacerle daño.

Decidió levantarse con cuidado tiempo después, deshaciendo su abrazo con sutileza para no molestarlo. Cuando logró escapar de la cama, el espadachín se removió en sueños pero por suerte no se despertó.

El príncipe, ya de pie, se inclinó para dejar un suave beso en la frente del héroe, queriendo apartar cualquier posible mal sueño.

—Te prometo que solucionaré esto —susurró, aunque él no pudiese escucharle.

Después lo arropó con cuidado antes de salir de la habitación de la manera más sigilosa posible. Rivan y Bazz seguían allí custodiando la puerta, tan fieles como lo habían sido siempre. No sabía si habían escuchado su conversación con Link, pero por suerte ellos eran de absoluta confianza.

—¿Link está bien? —preguntó Bazz al verle salir.

—Está descansando ahora. Rivan, tú puedes volver a tu puesto ya; y Bazz, quédate y asegúrate de que nadie lo moleste. No ha estado durmiendo adecuadamente por las noches.

—Entendido. ¿Y qué piensas hacer ahora? —dijo Rivan.

—Tengo un asunto importante del que ocuparme —contestó con seriedad. Toda emoción de su rostro se deshizo. Ni siquiera se despidió de sus amigos antes de dirigirse a la sala del trono.

La rabia volvió a él. No podía sacarse de la cabeza las barbaridades que Muzun le había soltado al rubio, usando incluso el nombre de su hermana para amenazarlo, para infundirle temor y reabrir esa herida que Link había logrado cerrar con mucho esfuerzo. Aquello último ya había sido cruzar la línea prohibida, y Sidon no lo iba a permitir.

Había intentado mantener la calma por el espadachín, pero cada vez que pensaba en todo lo sucedido, más se enfadaba. En aquel momento le estaba costando horrores ser el príncipe alegre y sereno que siempre intentaba ser.

Llegó a la sala del trono casi sin darse cuenta, dispuesto a buscar a Muzun allí, ya que solía estar siempre acompañando a su padre. Sin embargo, no estaban solo ellos dos: todo el consejo de ancianos estaba reunido con el rey. Cuando entró, todos los presentes se quedaron observándole, pero Sidon solo tenía los ojos puestos en Muzun.

Ahí estaba, mirándole indiferente. Se podía imaginar el tono con el que le dijo eso a Link, su cara al decirlo, y la impotencia que debió sentir el hyliano. El príncipe tuvo que hacer su mayor esfuerzo para reprimir la mirada de reproche y furia hacia el anciano. Quería gritarle, pedirle explicaciones de por qué había tratado así a Link. Quería desahogar todo su enfado y contarle a Dorphan todo lo que su mano derecha había hecho.

Lo que nunca dijimos (Sidlink)Where stories live. Discover now