Capítulo 44

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Continuaron su viaje alegremente, no queriendo acabar allí su aventura aún. Los días siguientes lo pasaron cruzando Farone, aunque Link no se quiso detener demasiado allí ya que las tormentas eléctricas eran muy recurrentes en aquella zona y no quería poner en peligro al príncipe. Tuvieron que resguardarse de vez en cuando, y el héroe estuvo especialmente alerta para proteger al zora de todos los peligros, aunque éste no había parado de repetirle que intentase relajarse.

El espadachín le enseñó lo esencial a Sidon: los lugares más bellos, algunas ruinas antiguas, la posta del lago y el puente de Faroria con sus cascadas, donde disfrutaron un montón ascendiendo por ellas juntos. Farone era un lugar húmedo, con una exuberante y exótica vegetación donde perderse, lo que llamó mucho la atención del príncipe. El zora no paró de observarlo todo rebosante de ilusión y ansias de aventuras.

Una tarde llegaron al valle de Graum donde Link pudo respirar tranquilo y no estar pendiente de las tormentas. Desde allí se dirigieron a su siguiente parada, una aldea muy especial con la que Link quería sorprender a Sidon. A medida que se acercaban, el príncipe estuvo más atento a los sonidos que se insinuaban en la distancia.

—¿Link...? ¿Eso que se escucha es...?

—El mar —dijo, mientras entraban con los caballos en la pintoresca aldea—. Bienvenido a Onaona, Sidon.

Los ojos del zora se abrieron de par en par cuando finalmente visualizaron la inmensidad del mar extendiéndose hasta donde se perdía la vista y también aquellas casas de madera entre altas palmeras. Sidon no había sonreído tanto en su vida como lo estaba haciendo en aquel momento.

—Cuando vine a este lugar hace tiempo pensé en ti. Creí que te encantaría verlo... ¿Te gusta?

El rostro del zora pareció ser la reencarnación de la felicidad en aquel instante. Rió de alegría y la cola de su cabeza se movió con entusiasmo, lo que enterneció al hyliano.

—¡Por supuesto! Diosas, Link, ¡gracias por traerme aquí...! Solo con una simple mirada puedo sentir lo agradable y pacífico que es este sitio; ¡es un verdadero y pintoresco paraíso!

El espadachín rió ante la desmesurada reacción del príncipe, y se contagió de ese entusiasmo que tanto lo caracterizaba. Él había estado varias veces en aquella aldea, pero venir con Sidon lo estaba haciendo mil veces mejor.

—Gracias por viajar conmigo, Sid —contestó con una amplia sonrisa. El príncipe asintió y le devolvió el gesto con ojos repletos de ilusión y afecto.

Al llegar, se bajaron de los caballos y los aldeanos les dieron una cálida bienvenida a su hogar. La aldea era pequeña pero muy acogedora, y Sidon no pudo dejar de admirar cada detalle a su alrededor. A simple vista se veía que eran una comunidad que vivía de la pesca y del mar, con bonitas y sencillas casas de madera y ropajes adaptados a temperaturas cálidas. Tenía un ambiente completamente diferente al de Hatelia o a Kakariko, y el zora se fascinó por la gran variedad y diferencia entre los pueblos hylianos aun cuando eran de la misma raza.

Al ser un pueblo pesquero y tan cercano al agua, el príncipe pudo sentirse mucho más identificado con todas aquellas personas que, además, les recibieron con brazos abiertos. Eran hylianos muy agradables y familiares que ni siquiera les hicieron preguntas de por qué estaba el príncipe zora allí. Simplemente les ofrecieron pescado, marisco y un lugar donde hospedarse, y hasta prepararon una cómoda y enorme cama para Sidon en una cabaña que tenían vacía. Todos pusieron de su parte para crearle al zora un lugar cómodo y digno de la realeza. También le dejaron una cama a Link, pero ambos sabían que no la iba a utilizar, pues preferían dormir juntos.

El príncipe se sintió como en casa, y lo mejor es que estaba compartiendo aquella experiencia con el espadachín.

No perdieron ni un solo segundo. Cuando los aldeanos decidieron darles espacio para asentarse y disfrutar de la playa, Sidon prácticamente arrastró a Link al mar mientras ambos reían sin parar. El atardecer bañaba el mar de naranja y ambos querían aprovechar al máximo cada segundo antes de que el sol se marchase.

Lo que nunca dijimos (Sidlink)Where stories live. Discover now