Capítulo 37

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La mañana siguiente llegó inesperadamente para Link. El espadachín se despertó en la cama de la posada sheikah, tapado con la capa de Sidon. Ni siquiera sabía cómo había llegado hasta allí. Lo último que recordaba era haber estado observando la luna junto a su mejor amiga y su novio.

Se sentó en la cama y se estiró. Sus ojos estaban un poco hinchados aún por el llanto incontrolable de la noche anterior. Al menos se sentía mucho más despejado ahora y bastante descansado. Ni siquiera había tenido una pesadilla, o al menos no lo recordaba.

—Link... Al fin te despiertas... Le pedí al posadero que te dejase dormir un poco más —habló la suave voz de Zelda mientras se acercaba a él. Le tendió un cuenco de agua a Link, tan atenta como siempre—. ¿Cómo te sientes?

El espadachín cogió el cuenco de agua y se lo bebió completamente. Tenía la garganta y la boca realmente seca.

—Mejor... —Su voz estaba algo ronca. No estaba acostumbrado a usarla tanto y el llanto la había destrozado. Carraspeó un poco para aclararse la garganta—. ¿Dónde está Sidon?

—Fue a hidratarse las escamas en el río. —Soltó una risa y se sentó en el borde de la cama—. Debiste haberlo visto anoche, el posadero se las apañó para poner varios colchones juntos para que cupiera. Por suerte no había más clientes en la posada. Creo que no durmió muy cómodo.

—Pobre Sidon —susurró, conteniendo una suave risa. Su mirada se nubló un poco después, pues empezó a recordar poco a poco todo lo que pasó durante el llanto conjunto—. Zelda, yo... Lo de ayer... No quiero que te sientas culpable, por favor.

La princesa negó con la cabeza y puso las manos en sus hombros con cariño.

—Ni tú tampoco. Link, hiciste lo máximo que pudiste hacer en ese momento. Lo estábamos perdiendo todo y tú decidiste protegerme con tu vida porque eso fue lo que le prometiste a mi padre. Siempre fuiste muy leal cumpliendo tus promesas y es algo que admiro mucho de ti.

«Yo sé que lo harás, porque siempre cumples tus promesas», había escrito su hermana en la carta hacia él.

Quizá cumplió muchas de sus promesas, pero jamás la que le hizo a Aryll. Y aquello quemaba.

—Gracias, Zelda... Al menos pude cumplir algo de lo que prometí —susurró, en un arrebato de sinceridad. La princesa era como una hermana para él, así que se sentía aliviado de haber podido salvarla a ella tras despertarse—. Yo... siento haberte hecho esperar a ti también. Tuviste que aguantar cien años...

—Tonto, te he dicho cientos de veces que no fue tu culpa. No podías controlar tu letargo, y fui yo la que te tenía que despertar, después de todo —lo tranquilizó, tan dulce como de costumbre—. Pero no hablemos ya de eso, ¿de acuerdo? No es bueno para nadie volver a pensar en esos días grises.

—Bueno. Pero al menos dime... ¿Estás bien? También perdiste... seres queridos —dijo, no queriendo mencionar directamente al rey ni a los elegidos caídos. La princesa sonrió cálidamente.

—Estoy bien ahora, Link. Gracias a ti, a Prunia, a Pay, a Riju, e incluso a los hylianos que me han vuelto a aceptar como su princesa —confesó ella con una sonrisa—. Sí, lo pasé mal los primeros meses, pero el dolor acabó por convertirse en valor y fuerza. Ahora deseo reconstruir Hyrule para sanar las heridas de la guerra, pasar página y honrar a los caídos. Y quiero ayudar a todas las personas que pueda y ser la princesa que merecen para traer un poco más de paz y armonía.

El chico sonrió y asintió. Zelda era perseverante, y aquello era una de las cosas que más admiraba de ella. Definitivamente merecía ser la princesa de Hyrule y el título le iba perfectamente.

Lo que nunca dijimos (Sidlink)Where stories live. Discover now