Capítulo 17

676 60 40
                                    

Era una suave melodía la que llegó a sus oídos, algo muy diferente a lo que estaba acostumbrado últimamente. Link volvía a estar en Hatelia, y aunque la calma rebosaba en cada rincón, no podía evitar sentirse ansioso. Tenía miedo de que, de un momento a otro, Ganon apareciese de cualquier rincón y lo devorase todo. Últimamente el hogar en el que nació solo le traía tristes recuerdos y malas sensaciones.

Pero aquella voz cantarina empezó a llamarlo y el héroe dejó de prestar atención a sus temores. Empezó a buscarla, caminando por las sendas de la aldea con rapidez. No había nadie por las calles ni dentro de los edificios, lo que le despertaba un aspecto fantasmal a la aldea. Pero no hizo caso a eso, tan solo se limitó a perseguir aquella pequeña silueta, una borrosa sombra que venía y desaparecía. Cuando quiso darse cuenta, se encontraba detrás de su casa, junto al manzano que había allí.

Allí se encontraba su hermana, la sombra que había estado siguiendo. Había dejado de cantar y ahora sonreía con una paz abrumadora. Link se acercó lentamente, temeroso de que al dar un paso la niña desapareciese.

Hermanito... Búscame. ¿Lo harás?

¿Cómo...?

Su hermana se sentó en el suelo sobre las rodillas y empezó a desenterrar algo que parecía haber oculto bajo el manzano. Lo hacía lentamente, como si no tuviera ninguna prisa en sacar lo que fuese de ahí. El espadachín se arrodilló junto a ella, preso de los nervios y atrapado en esa sensación extraña que estaba experimentando.

Búscame —repitió ella, mientras le daba una pequeña caja de metal.

Cuando Link estuvo apunto de tocar aquel objeto, su alrededor empezó a desvanecerse. Miró a la niña y soltó una exclamación cuando vio como poco a poco, su silueta se volvía más difusa hasta desaparecer. La caja cayó al suelo y desapareció también, como si se tratase tan solo de una ilusión.

Y todo se volvió oscuro. Otra vez.


Se despertó con una extraña sensación en su pecho y con la respiración agitada. Una lágrima, que no sabía bien de dónde había salido, rodó por su mejilla. Como si su cuerpo hubiese reaccionado a aquel sueño.

Decidió sentarse en la cama para intentar analizar lo que acababa de vivir. ¿Qué había sido aquello? Había sido demasiado concreto como para ser solo un sueño. ¿Era su subconsciente intentando darle un mensaje o era algo más? ¿Era tan solo coincidencia, un sinsentido, o de verdad había algo allí?

«Búscame», volvió a recordar. La imagen de su hermana le provocó una punzada de dolor que intentó reprimir, pero también un extraño sentimiento de esperanza.

Aire fresco. Necesitaba aire fresco. Aún no había amanecido y seguramente solo había dormido una o dos horas, pero sabía que le iba a ser imposible conciliar el sueño de nuevo, a pesar de que no había tenido ninguna pesadilla en aquella ocasión.

Se vistió con una de sus túnicas y salió rápidamente de su habitación, dándole vueltas sin parar a aquello. Se lo tenía que decir a Sidon. Quizá él sabía qué hacer, pero no sabía si estaba despierto. Seguramente debía esperar a que amaneciera; según su tableta Sheikah aún faltaba una hora para ello.

Su paseo por la región le llevó hasta las largas escaleras que llevaban a la sala del trono. Decidió subirlas para comprobar si, de casualidad, el príncipe se encontraba allí junto a su padre.

Y fue cuando, entre el silencio y el sonido relajante del agua, escuchó unos murmullos que no debió escuchar. Link dejó de subir las escaleras y se quedó a mitad de camino, de tal manera que podía oír la conversación sin que le viesen.

Lo que nunca dijimos (Sidlink)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora