Capítulo 43

310 29 29
                                    

Al día siguiente cogieron los caballos temprano y se dirigieron al sur hacia las ruinas de las caballerizas. Tras un buen rato cabalgando por aquellos campos, llegaron al puente del lago Hylia, que salpicaba el verde paisaje de gris. Ambos dejaron los caballos junto a la montaña y atravesaron juntos el arco por el que se entraba al puente. Desde ahí se dispusieron a contemplar las enormes vistas que tenían desde ahí.

Sidon pudo observar por primera vez la enorme dimensión de aquel lago y el gigantesco puente que lo cruzaba, muy diferente en arquitectura a los que tenían en el dominio zora. El príncipe se había quedado prácticamente sin palabras con todo aquello, aunque eso no le impidió hablar.

—¡Link, esto es...! ¡Mira cuánta agua donde nadar! ¡Es maravilloso!

El zora casi se sentía como un niño descubriendo todo por primera vez, lo que hizo a Link reír un poco. Pero no podía evitarlo, realmente estaba viendo el mundo más allá de lo que conocía, y era extraordinario.

—Eso no es todo. Espera aquí conmigo. Hay algo más que te encantará ver.

Sidon sintió una intensa emoción recorriendo cada escama de su cuerpo ante aquella propuesta, y asintió con intriga. Con la energía que tenía en aquel momento podría esperar cien años con tal de ver algo nuevo.

Ambos aguardaron durante un buen rato, a veces conversando sobre temas banales y otras en un cómodo silencio donde se escuchaba el leve rumor de la naturaleza a su alrededor. Sidon había subido a Link a sus hombros como solía hacer siempre y el espadachín, agarrado a su cabeza, no paraba de observar de vez en cuando al cielo, como si estuviera esperando a que algo apareciese de entre las nubes. El zora, no pudiendo aguantar más su intriga a medida que los minutos pasaban, decidió preguntar.

—¿Y qué tipo de cosa estamos esperando, Link?

—Ya verás.

El príncipe se calló durante unos minutos y se obligó a ser paciente, aunque su curiosidad estaba amenazando con explotar de un momento a otro. Iba a decir algo más, pero la suave voz de Link se hizo paso antes.

—Oh, ahí estás —susurró.

Sidon alzó aún más su cabeza para poder ver a qué se refería el hyliano. Fue en ese momento cuando pudo contemplar una extraña silueta en el cielo que se iba acercando poco a poco, creciendo en tamaño con lentitud pero constancia.

—¡¿Qué...?!

Sus alarmas se activaron de inmediato. El primer impulso del príncipe fue llevar la mano a su lanza, pero Link soltó una risa y lo detuvo. El espadachín saltó al suelo y cogió su mano con firmeza.

—Tranquilo, Sid, es inofensivo. Pero deberíamos alejarnos un poco —dijo, mientras lo dirigía de nuevo hacia la entrada del puente.

El zora hizo caso a su novio y ambos se resguardaron bajo el arco y esperaron allí esperando a que se acercase más. Inesperadamente lo sorprendió una fuerte corriente de aire que parecía anunciar la gran llegada de la criatura, levantando polvo y tierra del suelo que lo obligó a cubrirse. Cuando abrió los ojos, pudo ver mejor la enorme figura que habían visto en el cielo. El zora se quedó completamente alucinado con aquella imagen que tenía ante a él. Tanto, que sintió un escalofrío en cada una de sus aletas cuando su visión se llenó de aquel ser gigante sobrevolando el puente.

Era un enorme dragón eléctrico que flotaba en el mismísimo aire como si la gravedad no lo afectase. Era blanco y casi dorado, con un largo cuerno que relucía como el sol y unas enormes patas que oscilaban con lentitud. Unas peligrosas volutas eléctricas emanaban de él como mariposas mortíferas. Como zora sintió la necesidad de alejarse y huir de la electricidad, pero Link le aseguró que estaban a una distancia segura y que no tenía nada de lo que temer. Así que el príncipe intentó relajarse y observar bien cada detalle del dragón, repasando cada una de las crestas de su espalda, sus feroces garras, la gran longitud de su cuerpo y su piel escamosa. Sidon no podía creer lo que estaban viendo sus ojos; jamás había sido testigo algo así. Bello, peligroso y tan místico que colmaba su pecho de una emoción que no supo expresar. Su corazón latía con fuerza y tuvo la necesidad de ponerse la mano sobre él para intentar calmarlo.

Lo que nunca dijimos (Sidlink)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora