Capítulo 14: No siempre se puede

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Aylen

No dormí hasta las dos de la tarde como quería.

Me despertaron tres cosas: los ladridos de Blau, la incomodidad mientras dormía en mi puf y Ana cuando vomitó hasta lo que no había comido en mi baño.

Paso mi mano de arriba abajo por su espalda mientras con la otra tengo su cabello agarrado para que no se lo ensucie, es un poco asqueroso escuchar todo lo que tira en el inodoro, hasta el punto de provocarme arcadas a mí, pero aguanto, no es momento de eso ahora.

Cuando termina la ayudó a sentarse sobre la tapa del inodoro, suelta un gemido y entierra su rostro en sus manos. Está demacrada. El cabello negro lo tiene enmarañado y apuntando en diferentes direcciones, la piel algo pálida por vomitar y de ojeras.

—Me siento fatal.

—Estás fatal —concedo sentándome en el piso cerca de la puerta.

Sus ojos cansados me observan.

—¿Qué hora... es? —pregunta con la voz pastosa.

—Las siete de la mañana.

Su boca hace una mueca.

—Sé cuánto odias estar despierta a esta hora, lo siento mucho.

Ruedo los ojos.

—Me importa más que tú estés bien —la tranquilizo —. Sabes que eso no interesa ahora.

Aprieta sus manos en un puño sobre su regazo y aleja su mirada de la mía.

—Quiero cepillarme los dientes, apesto.

Extrañada por su comportamiento asiento y busco en mis cajones algún cepillo nuevo, cuando lo encuentro se lo paso junto a una toalla para que pueda ducharse tranquila.

Salgo del baño y rebusco en mi armario por algo de ropa que le sirva a Ana, ella es un poco más llenita que yo, por lo que después de varios minutos logro encontrar algo para ella. La dejo en mi cama y salgo de la habitación con Blau siguiendo mis pasos hasta la cocina.

—Buenos días, Vero —saludo al verla de espaldas a mí.

Ella se sobresalta al escucharme y voltea a verme.

—¿Qué haces despierta, niña?

Busco las croquetas de Blau y lleno su platillo, no tarda en empezar a comer.

—Ana está arriba con resaca.

—Por tu cara significa que te despertó —se ríe. No es chistoso, dormir es algo muy serio para mí, pero de igual manera no me importa ahora.

—Algo. ¿Mis padres aún no se despiertan?

Seca sus manos con un trapo y sonríe al verme intentar tomar una caja de cereal de la alacena.

—Tu madre se fue hace diez minutos con un desayuno para Matías, supongo que no vendrán a desayunar contigo.

Me ayuda al ver que no puedo.

—Gracias —busco un tazón y el cartón de leche —. Bueno, entonces me conformaré con tu presencia.

Tal y como lo esperaba me lanza el trapo que traía en sus manos a la cara, lo tomo antes de que caiga sobre mi desayuno.

—Tomarías tú desayunar conmigo todos los días —me saca la lengua y yo también lo hago. Parecemos dos infantiles.

Mientras desayuno mis pensamientos se van a otra cosa, todo lo sucedido ayer. La pasé muy bien, estar con mis amigos me hace sentir mucho mejor.

Conquistándolo [Libro 1 & 2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora