Capítulo 5: Esto no es un recuerdo

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Aylen

Cuando me despierto al otro día, me doy una ducha de agua caliente. Afuera hace bastante frío, por lo que me pongo un jogger gris, una camiseta blanca y botas para poder sentarme en el balcón cerca del lago.

Blau también está bien vestido, con su gorro hecho especialmente para él y medias que le quedan un poco graciosas. Está bastante enorme y muy juguetón, al parecer alguien tiene energía acumulada.

Bajamos las escaleras en donde saludo a las mujeres de servicio que me sonríen. Un olor delicioso se impregna en el aire cuando voy de camino a la cocina, un olor que si bien no viene de la mano de una bonita latina que vivía aquí, es agradable. Papá está sentado en un taburete en una llamada, besa mi frente cuando me acerco y Blau lambe sus zapatos haciéndome reír.

De mamá no hay rastros y no sé dónde está, y es que anoche cuando me encerré en mi habitación fue solo para vaciar mi equipaje (solo estaré aquí unos cuantos días), ponerme mi pijama y quedarme dormida mientras hablaba con Cameron y su relación con Audrey. Estoy tan feliz por ellos, aunque muy pocas veces nuestros horarios coinciden al vivir en continentes diferentes, pero encontramos la forma de comunicarnos. Hasta el momento sé que ellos, al igual que los demás, vendrán al pueblo a pasar la navidad con su familia.

No aguanto la emoción que siento por dentro.

—¿Sabes dónde está mamá?

Ya terminó de hablar con su socio. Papá tiene planeado poner otra cede, Empresa Losmith se expandirá aún más, y me emociona.

—Cecile está hospitalizada.

Casi me atoro con el cereal.

—¿Qué? ¿Qué le sucedió? ¿Está bien?

Blau se pone alerta cuando ve que me pongo de pie.

—Tranquilízate, Aylen —me toma de los hombros y me devuelve a mi asiento con cuidado, pero eso no es suficiente para "tranquilizarme" —. Ella ya no está en peligro, todo está mejor y en unas horas le darán el alta.

—¿Cómo sabes eso?

—Porque Naomi te conoce y sabe que aprecias a Cecile, me mantuve en contacto con ella para darte las noticias a ti —dice calmado. De acuerdo, eso sí ayuda, más no quita mi preocupación.

De inmediato pienso en Adrien y lo mucho que ama a su abuela. ¿Ya lo sabrá? ¿Cómo tomó esta noticia?

—Bien, iré a verla al hospital.

—No es necesario, princesa —vuelve a besar mi cabeza, esta vez en la cien y luego acaricia el pelaje de Blau —. Su familia está con ella y ya pronto estará en casa.

¿A qué se refiere con su familia? ¿Nerea o...?

Respira, Aylen. Tiene muchas cosas que hacer como para venir.

—De acuerdo. Estaré atenta a su llegada.

Me guiña el ojo en modo de despedida y me termino el desayuno en compañía de Blau, para no desesperarme tanto tomo un abrigo y salgo a dar una vuelta por el jardín húmedo por la nieve de la noche anterior.

He intentado no correr las cortinas de mi habitación y que mis ojos no se topen con la de Adrien del otro lado de mi casa. Pero ahora no sé porqué giro mi cuello y elevo la mirada hacia allá, está cerrada y no hay señales de vida.

«Obvio que no, tonta. Dudo que él la vuelva a ocupar con la vida que lleva ahora»

Mejor así.

Dos horas después, recibo un mensaje de mi madre en donde me avisa que Cecile está sana y salva en su casa.

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Adrien

El susto que mi abuela nos pegó ya está bajo control. Llegamos al pueblo en poco tiempo y fuimos directo a la clínica de Naomi en donde ella misma la atendía.

Mi tía estaba nerviosa a más no poder, y fue un alivio para ella que hayamos llegado y no dejarla sola. Al contrario de su hermana, mi madre, no va a venir porque tiene algo importante que hacer. Algo mucho más importante que la salud de mi abuela.

No quería avisarle de lo sucedido ya que sabía cuál sería su respuesta, pero mi padre insistió. No me equivoqué. Mostró una indiferencia ante el hecho de que mi abuela haya sufrido un paro cardíaco que me pregunto si tiene corazón, o queda algo de ello.

Obvio que no.

Al llegar a casa Anya se queda dormida en la habitación de Nerea nada más llegar, no quiso abandonar la clínica en ningún momento y no la pudimos obligar, pero el cansancio ya era notorio en ella ya que no está acostumbrada.

Mi padre ayuda a mi abuela a recostarse en el sofá a pesar de que ella no quiera ayuda. Sí, en eso es un poco testaruda.

—Estoy bien —se queja mientras yo la tapo con una manta —. Incluso mejor que tú, hijo.

Beso su frente e ignoro su comentario.

Sé que estoy como la mierda. Bueno, luzco como la misma mierda. Con bolsas oscuras bajo mis ojos, el cansancio plasmado en ellos y una tensión en el cuerpo difícil de ignorar. No sé lo que es dormir más de tres horas, siempre me quedo trabajando hasta tarde y solo como cuando siento que desfallezco.

Subo las escaleras y abro la puerta de la habitación que ocupaba hace unos meses.

Sigue igual, cada cosa está en su lugar tal y como lo dejé la última vez.

Un retazo pasa por mi cabeza en ese momento.

Justo el último día que pisé este cuarto, estaba con Aylen. Ella sentada en mi cama con una de esas tantas sonrisas capaces de animar mi ánimo mientras hacía mi equipaje.

—Me voy a quedar con esta sudadera, que lo sepas —dijo mirándome a través de esos ojazos grises cubiertos de pestañas claras.

En efecto, tenía una sudadera negra con el nombre de alguna banda vieja atrás. No recuerdo cómo la conseguí, lo que sí sabía era que le quedaba de maravilla. Bueno, todo lo que era mío le quedaba excelente.

—Solo si me permites quitártela después —sugerí tomándola de la mandíbula y besándola.

Me mostró una sonrisa pícara.

—Es un trato entonces.

El recuerdo se desvanece y con ello la poca energía que me quedaba. Mírate, Adrien, tú solito te pusiste aquí.

Me paso una mano por el rostro sintiendo unas repentinas ganas de romper todo a mi alrededor. Pero me controlo y tardo unos minutos en volver a bajar y prepararme algo para aguantar de pie un par de horas más, el que esté aquí no significa que no trabajaré, tengo que tener todo preparado para cuando llegue el día y mientras más rápido sea, mejor.

Mientras estoy en una llamada con mi secretaria para que cambie mi agenda, escucho el timbre y luego voces, pero no cuelgo y continúo hablando.

Cuando termino, me doy una ducha rápida y salgo con ropa cómoda.

Las voces se escuchan más a medica que bajo y, al llegar al final de las escaleras, mi cuerpo se detiene cuando una cabellera rubia levanta la mirada. La sonrisa en sus labios se desvanece y esos ojos que vi la última vez repleto de lágrimas, se agrandan al repararme.

Esto no es un puto recuerdo.

Es jodidamente real y está frente a mí.

















CHAN, CHAN, CHAAAAAAAN

Conquistándolo [Libro 1 & 2]Where stories live. Discover now