Capítulo final: Felicidades, acabas de romperme

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Adrien

El cuerpo pequeño de Aylen está pegado a mí como un koala. Las piernas entrecruzadas con las mías y el rostro escondido en mi cuello mientras los dedos de sus manos permanecen quietos en mi cabello.

El reloj del otro lado dice que son las seis de la mañana y lo poco que he dormido son dos horas. Primero por la satisfacción que siento al tener a Aylen a mi lado y por último todas las cosas que tengo pendientes en la compañía de mi padre, el cargo que asumiré y las responsabilidades también.

Al igual que el padre de Aylen, el mío lidera una empresa que se encarga de la creación de armas y municiones, aunque nos especializamos más en la venta de materiales de alta calidad para su fabricación. Es un negocio familiar, pero cuando mi padre era pequeño todo cayó y no fue hasta un año antes de que yo naciera que lo levantó y volvió al ruedo.

Yo soy su mano derecha en todo, cuando estaba en casa de mi abuela trabajaba desde mi computadora, según él, tenía que tomar un buen descanso antes de comenzar. Mi meta es clara, elevar el prestigio de Ludwig Company y que el apellido nuestro siga rodando en distintas partes del mundo a pesar de que eso me da lo mismo.

Suspiro.

El movimiento en la cama me hace apartar los pensamientos y fijarme en Aylen, la sábana solo tapa sus pantorrillas, dejando las piernas desnudas y un poco de la curva de sus nalgas cubiertas por una de mis camisetas. La tapo al escucharla quejarse del frío.

—¿Estás despierta? —pregunto quitando un mechón de su delicado rostro.

—Ajá. Pero aún sigo con mucho sueño —murmura, como suele hacer mientras me besa, acaricia mi cabello y miento si digo que me molesta.

—¿Por qué no te duermes?

—Porque tu cuerpo está tenso y quiero saber en qué piensas.

Poco a poco abre los ojos y le sonrío a medias besando su frente. Incluso recién levantada sigue siendo preciosa ante mis ojos.

—Estoy bien.

Arruga el puente de su nariz y también dejo un beso ahí que la hace sonreír, pero no dejar ir el tema.

—Hay algo que no me quieres decir, y no te presionaré para hacerlo. Tómate tu tiempo.

Vuelve a cerrar los ojos y en poco quedarse dormida. Tiene razón, desde hace tiempo tengo que decirle algo que, si no lo explico bien, llegaría a confundirse y no es lo que quiero. No encontraba el momento indicado porque siempre sucedía algo, pero me digo a mí mismo que hoy lo haré.

No quiero mal entendidos.

Me quedo dormido yo también un rato después y cuando me despierto es gracias a las constantes llamadas de Grace, si lo hace es importante y ya sé de qué trata, por lo que sobre la barra de mensajes solo leo el único texto que deja al ver que no contesto.

Grace: Más te vale que no llegues tarde esta noche. Como también espero que hayas pensado en lo que hablamos.

Lanzo el celular lejos a donde no pueda verlo por el resto del día.

Me doy una ducha y me cambio por ropa cómoda, el sol entra por las cortinas y la cierro bien para que no llegue a molestarle a Aylen en el rostro antes de salir de mi habitación y bajar a la cocina.

Parte de mi ropa y la que ella llevaba puesta anoche está esparcida en el piso de la cocina y es imposible no rememorar el juego sobre el mesón y los gemidos en mi oído cuando estábamos arriba.

Recojo todo y mando a comprar ingredientes para desayunar. El refrigerador está vacío.

Cuando ya tengo las bolsas que el repartidor trajo en las manos, Aylen baja las escaleras con el pelo un poco desordenado y el sonrojo natural en sus mejillas. Nuevamente con mi ropa puesta que le queda muy grande.

Conquistándolo [Libro 1 & 2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora