Capítulo 33: Momento de paz

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Aylen

Una vez nos bajamos del auto, sonrío llena de emoción al ver la extensión de agua cristalina más allá de nosotros.

El sol resplandece en lo alto, con el cielo azul lleno de nubes. Es un buen día.

Arrastramos todas nuestras cosas y empezamos a buscar un lugar que no esté tan repleto de personas, al encontrarlo, nos tumbamos en la arena luego de poner varias sábanas extendidas.

—Miren, por allí hay un puesto de bebidas —señala mi hermano.

—¿Y no has localizado el de comida? —le pregunta Hazel, con su ceja enarcada.

Empiezan a desvestirse, quedando únicamente con sus trajes de baño y bikinis.

Mierda. Olvidé el protector solar en el auto.

—Aidan, dame las lleves —le pido extendiendo mi mano en su dirección una vez me pongo de pie.

—¿Qué harás?

Bufo.

—Solo dámelas.

Soy rápida al momento de atraparlas, me giro diciéndoles que vuelvo en un momento.

Atravieso a varios personas, por suerte para mí el lugar en donde dejamos los autos no está lejos, por lo que me toma solo varios minutos llegar y quitarle el seguro.

Encuentro mi mochila y rebusco hasta dar con el envase. Listo.

Me doy la vuelta y en ese mismo momento, mis pies se detienen cuando encuentro a Adrien frente a mí.

Aparto la mirada.

—¿Qué?

Desde anoche no hablamos. Evité cualquier contacto con él y solo me concentré en disfrutar con nuestros amigos, sin prestarle atención. O eso intentaba.

De vez en cuando escuchaba la voz chillona de Emery buscando conversar con él, no lo escuché hablar y, aunque me moría por voltear a verlo, me contuve. Al llegar a la mansión nos quedamos en el jardín varías horas charlando hasta que decidimos irnos a dormir.

Mi cuerpo no reacciona a tiempo cuando Adrien me toma del brazo con delicadeza y hace que entre al auto.

—¿Qué crees que estás haciendo? —exclamo al verlo rodearlo y abrir la otra puerta.

Cuando me mira, parece frustrado y harto.

—¿Que qué hago? —pregunta consternado — He tratado hablar contigo, Aylen, y tú te alejas como si fuera la peste.

—Ah.

¿Ah?

Por la forma en que sus labios se fruncen, sé que se está conteniendo en no reventar.

—¿Qué se supone que debo hacer? ¿Ceder así fácilmente solo porque tú lo quieres así? Pues no, te recuerdo que eras tú quien llevaba una semana ignorándome solo porque te hice una estúpida pregunta.

Enreda los dedos en su cabello y tira de él.

—Lo sé. Sé que soy un idiota, un imbécil... todos los adjetivos que tengas para decirme, pero necesito que me escuches, Aylen —me mira con ojos suplicantes —. Por favor.

Me cruzo de brazos y pego mi espalda a la ventanilla.

—¿Qué es eso tan importante que tienes para decirme?

Enfoco el movimiento de su labio inferior cuando sus dientes lo atrapan.

—Te extraño, Hübsch —dice y mi corazón da un vuelco contra mi pecho —. No sé qué demonios me has hecho, pero te extraño como no tienes una puta idea.

Conquistándolo [Libro 1 & 2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora