Capítulo 37: Traumas

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Adrien

Aylen entra a mi habitación nuevamente, esta vez con una bandeja en las manos.

Evito el rodar los ojos.

—Tu tía te preparó sopa —dice, dejándola a mis pies —. Está muy buena.

Hübsch...

Alza un dedo frente a mi rostro, sonrío.

—Y no quiero quejas. ¿Es que no te quieres sanar? Porque yo sí, odio verte enfermo.

—¿Tan mal me veo?

Muerde su labio inferior, el sonrojo y la sonrisita que no puede evitar dejar salir la delata.

—Déjame darte de comer —pide evadiendo el tema.

Se quita los zapatos y sube a mi cama con cuidado de no derramar la sopa de pollo bien caliente.

Llegamos ayer en la mañana y desde entonces me he sentido peor, la cabeza me duele al igual que la garganta y ni hablar de mi cuerpo, la fiebre ha bajado, solo un poco y, aunque las mujeres en la sala de estar y la pequeña rubia intentando darme de comer han insistido en llevarme al hospital, me he negado.

No es la primera vez que me resfrío. Con un poco de té del que mi abuela me preparó y una pastilla sé que me repondré.

—Aylen, puedo comer perfectamente solo, ¿sabes? —me rio — Tengo manos.

Sus bonitos labios se transforman en una O y hunde los hombros dejando caer la cuchara en el recipiente humeante. Joder.

—Bueno...

Chasqueo la lengua. Ella quiere hacerlo y yo solo me estoy quejando.

—Ven.

Tiro un poco de ella para que se acomode en mi regazo.

—Oye, no...

Al final, termina sentada sobre mí, con la taza en sus manos y con mi espalda apoyada en la cabecera de mi cama.

—Bien, ahora aliméntame.

La sonrisa en sus labios aviva el órgano detrás de mi pecho.

—Te ves tierno en estos momentos.

—No soy tierno —frunzo mi ceño.

—No, tú irradias lujuria, pero justo ahora pareces un bebé consentido.

Esta vez sí que ruedo mis ojos.

Levanta la cuchara y luego de soplar, la lleva a mi boca. Al final termino de comerla por mi propia cuenta y dejar solo un poco en el recipiente.

Aylen suspira, revisa mi temperatura y hace que me de una ducha fría para eliminar la fiebre en mi cuerpo, cuando salgo del baño con una pijama puesta la encuentro observando la imagen de mi hermana, Anya, otra vez.

—No me di cuenta antes, pero tiene tu sonrisa. Y tus labios y nariz.

Me sitúo a su lado y contemplo la imagen de mi hermana menor. Una chica pintoresca y llena de energía.

—Así es, Anya se parece a mí en ciertos aspectos.

—Creo que nunca te lo había preguntado. ¿Vive en Alemania? O sea, ¿con tus padres?

Sacudo la cabeza.

—No. Ellos se mudaron a Londres hace unos años atrás.

—Debe ser genial vivir en Alemania.

Suelto una risa, carente de gracia alguna.

Sí, tal vez sería genial para otros, pero no para mí. La última vez que estuve allá, en el aeropuerto cuando apenas era un crío, me prometí nunca más volver allí. No tengo buenos momentos en ese país, en especial en la casa en la que vivía.

Conquistándolo [Libro 1 & 2]Where stories live. Discover now