Capítulo 40: a veces es necesario un poco de masoquismo

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CAMERON

Los músculos me ardían debido al peso extra que tenía y tuve que hacer un gran esfuerzo para no dejar caer la pesa. Hice dos repeticiones más, sintiendo cada parte de mi cuerpo arder, y al final, aflojé todo. Me dejé caer en el piso, agitado y todo mojado debido al sudor que tenía por haber estado entrenando las últimas dos horas.

Suspiré y miré al techo, a las luces neón del gimnasio.

—Cam, la idea no es que te mueras. La idea es solo que tengas más fuerza—me dijo Luc y se sentó en la máquina de bíceps de en frente mío.

Hoy, cuando desperté y recordé todo lo que había pasado la semana pasada, en mi cumpleaños, lo primero que se me pasó por la cabeza era que tenía que golpear a alguien. Luego lo pensé mejor y concluí en que tenía que ir al gimnasio. Luc me vio y se sumó a mis planes, y eso solo empeoró todo.

Cada vez que mi mirada recaía en él me esforzaba por permanecer tranquilo hasta casi llegar al límite. Era como si toda mi frustración y enojo lo canalizara a través de las pesas. Sobre todo, porque cada vez que recordaba su presencia recordaba a Atenea y a sus ojos color mar tan deshechos, ni más ni menos que el día de mi cumpleaños.

Lo único que en ese momento me había motivado a seguir con nuestra «ruptura» era haber visto a Luc sentado en el sofá, justo en la misma línea de visión que había tenido a Atenea. Era como si el universo los hubiese alineado para que no pierda mi objetivo. Para que siguiera adelante. Allí, supe lo que tenía que hacer. Y lo hice.

Y me arrepentía a cada hora.

—Lo sé—logré articular e intenté recordar que si no fuera por Luc, yo no estaría aquí. —Es que hoy me he levantado con mucha más energía de lo usual.

—Ya veo—Luc sonrió y negó con la cabeza. Su celular sonó y lo cogió—. Jace me dice que esta en la cafetería por almorzar, ¿vamos?

Asentí con la cabeza.

—Me doy una ducha y voy.

Fui a los vestuarios y me bañé rápidamente. Cuando salí, mi pelo todavía estaba mojado.

La cafetería estaba llena de gente. Un lunes al mediodía era cuando las personas más apresuradas estaban, por alguna razón. Esquivé a un par de chicos que estaban casi corriendo y me senté en donde estaba Jace. Apenas lo saludé, me percaté de que todo el grupo también estaba allí.

Incluida ella.

Tragué saliva y la miré fijamente. Lo de ser amigos iba en serio, no quería perderla en mi vida. Se había convertido en un pilar súper importante. Pero sabía que no era posible. No sin por lo menos decirle lo hermosa que estaba y las ganas que tenía de estar dentro de ella.

Eso no hacían los amigos.

Jace carraspeó y volvió a hablar de algo. No le presté atención. Solo podía mirar cómo Atenea se estaba riendo de algo con Amber. Llevaba un top amarillo strapless que dejaba al descubierto su estómago. Fruncí el ceño y lo miré mejor, porque allí había algo extraño. Cuando me percaté de lo que era, levanté mis cejas. Atenea tenía un piercing en el ombligo. Entorné mis ojos, tratando de ver con un poco más de detalle al metal que tenía allí. Cielos. Le quedaba de maravilla.

La miré a los ojos, pero tenía puestos las gafas negras y azules que Amber le había regalado para la exposición, así que no pude ver en donde estaba su mirada ahora. Lo cual me frustró un poco.

—Este viernes hay una fiesta estupenda en Xelta—dijo Thomas, emocionado y comió un trozo de su sándwich. Parecía ser de tomate con pollo.

Yo no pensaba pisar un club nunca más en mi vida.

Miradas cruzadasWhere stories live. Discover now