Capítulo 28: un desastre llamado «maquillaje»

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ATENEA

— ¿Piedras?—repetí.

Asintió.

—Sip. Piedras. El maldito del profesor nos pidió que lleváramos piedras para poder ver si se podía formar una infraestructura con ellas, así que aquí estoy.

Parpadeé un par de veces.

—Noah...—. Estaba a punto de decirle que hoy era sábado, pero Alba tocó mi hombro y me hizo callar. Se notaba que se estaba aguantando la risa.

— ¿A qué hora tienes la clase?—le preguntó.

—En dos horas, a las tres.

Ella asintió.

—Qué bueno, Noah. Vas a estar cargando esas piedras otras 48 horas más. Eres un hombre rudo.

Noah la miró, confundido.

— ¿La universidad te esta comiendo el cerebro o algo así?

Alba, que ahora llevaba las gafas subidas en la frente, puso los ojos en blanco y Kim y Sophie rieron.

—No, idiota. Es que hoy es sábado. ¡Sábado! Hoy no hay clases.

Noah parpadeó y agarró su celular. Lució horrorizado.

—Diablos...He estado toda la mañana buscando piedras en la calle y cargándolas... ¿para nada? No me lo puedo creer. —Se pasó una mano por la cara.

—Mira que eres idiota—le dijo Thomas entre risas. — ¿Cómo has hecho para confundirte? Ayer salimos de fiesta, y sin dudas no era domingo—se llevó la taza de café a los labios y le dio un sorbo.

Noah frunció el ceño.

—No tengo idea, la verdad. Estoy un poco asustado. —Miró alrededor, preocupado—. Hoy me sonó la alarma y por alguna extraña razón mi mente decidió creer que era lunes y debería salir a buscar piedras.

—Lo que deberías buscar es ayuda—murmuró Amber por lo bajo, y reímos, Noah incluido.

—Oye, ¿sabías que el día esta nublado como para llevar gafas de sol, verdad?—le dijo Noah a Amber.

Ella le mostro el dedo del medio y se acomodó sus gafas negras.

—Lo sé, genio. Pero es que anoche no dormí nada y tengo un estatus que mantener.

Nos quedamos en la cafetería un par de horas más, hablando de nuestras clases y bromeando con Noah acerca de sus piedras. Los chicos iban a salir de nuevo de fiesta esta noche, pero volví a rechazar la invitación, porque realmente mañana a la mañana tendría que estudiar. Ya sabía que hoy no iba a tocar ningún libro.

Cuando la tarde cayó, nos dirigimos a nuestra residencia con Amber. Ella tenía su brazo enganchado al mío y caminábamos perezosamente por las calles del campus.

—Oye—dije y le di un golpecito con mi cadera—. ¿Qué rayos fueron las fotos de hoy a la mañana? ¿Y en dónde pasaste la noche? Oh, y espera, ¿a dónde te fuiste después de actuar como un paparazzi en la habitación?

Amber rio y pateó una piedrita.

—Siento que es un interrogatorio.

Puse los ojos en blanco.

—No me hagas sacarte la información por la fuerza.

Me retó con la mirada unos segundos, hasta que reímos.

—Bien...—tomó aire y luego habló con voz un poco más baja de lo normal—. Anoche...anoche cometí un gran error.

Fruncí el ceño y la miré preocupada.

Miradas cruzadasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora