Capítulo 43: desiciones que cambian la vida

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ATENEA

La flor de loto estaba brillante. Había logrado hacer bien el matiz del color de sus hojas. Iban desde un rosa fuerte a un rosa más claro, y luego pasaban a ser de color blanco. Estaba totalmente abierta y descansaba sobre el agua cristalina de algún lugar, con mucha vegetación a su alrededor.

Dorothy había dicho que hoy tocaba pintar plantas, y si bien me seguía sintiendo un poco incómoda, porque mi punto fuerte eran los retratos, estaba segura de que esta flor había quedado bastante...bien.

Se me había ocurrido pintar la flor de loto porque sí. Fue la primera flor que se me vino a la cabeza, al igual que cuando pinté el lobo. Me gustaba poder relajarme y pintar lo primero que mi mente imaginaba, para luego buscar el significado. Internet decía que la flor de loto simbolizaba la pureza del cuerpo y del alma, y eso era exactamente lo que necesitaba yo, porque mi cuerpo parecía estar hecho de fuego. De nuevo.

Odiaba a Cameron. Si lo tenía que pintar ahora mismo probablemente hubiese puesto su rostro desfigurado e incendiándose. Bueno, quizás no tan así, pero el punto era que el odio corría por mis venas, así que esperaba que la flor de loto me quitara algo de eso.

Pensar en cómo me había mirado, en cómo se había puesto cuando casi beso a Luc, hacía que mis venas ardieran. Y pensar su reacción cuando besé a Erik, un chico que conocí allí en el club, me daban ganas de sonreír y de al mismo tiempo darle una bofetada. Era obvio que se había puesto celoso. Nadie preguntaba ridiculeces como esas si no era por algún sentimiento negativo. Y estaba casi segura de que era porque aquello no le había gustado.

Una parte pequeñísima de mí, sin embargo, estaba contenta, porque besar a Erik en ese lugar no fue mera casualidad. Nop. Lo había hecho a propósito. Primero, para vengarme de Cameron por haberme botado como a una bolsa de basura. Como si no valiera nada. Y segundo, porque quería ver si alguna parte de él seguía en sintonía con la mía, si eso aún lo molestaba.

Y allí entraba mi enojo. ¿Por qué se enojaba al verme con otra persona si supuestamente no sentía nada por mí? ¿Por qué se empeñaba en mirarme de esa forma cuando él había terminado con todo? Formábamos un gran equipo juntos. Apenas habíamos discutido, el sexo era fuera de este mundo y teníamos una atracción y un entendimiento casi irreal.

Pero eso no le fue suficiente. Pensar en eso me mataba un poco más por dentro. La Atenea llorona se había ido para dar paso a esta guerrera a punto de lanzar una de sus flechas. Aunque, tenía sentido si lo pensaba. Esas eran las fases luego de una ruptura. Seguramente me había salteado algunas porque bueno, esto no había sido una ruptura hecha y derecha, pero mi corazón no parecía comprenderlo tan bien.

—Brillante.

Pegué un respingo al sentir la voz de Dorothy a mi derecha. Estaba tan concentrada pintando las últimas hojas que no la había escuchado acercarse. Hoy, Jude no había venido, así que me había colocado en un sector alejado de la gente para poder pintar más tranquila.

—Gracias, estoy mejorando un poco en esto de pintar cualquier cosa menos un retrato.

Dorothy siguió estudiando la pintura de cerca, con sus gafas torcidas y el delantal sucio de pintura (no la había vuelto a ver tan arreglada como en la exposición) y asintió con la cabeza. Luego se quitó las gafas y me miró.

—La semana que viene hay otra exposición. Puedo conseguirte de nuevo un lugar, si quieres.

Mi corazón comenzó a bombear fuerte y la miré con un poco de pánico.

— ¿Me quieres de nuevo?

Asintió.

—Claro que sí. Tienes un futuro brillante, Atenea. Las cosas que haces...Y encima sin ninguna ayuda. Tienes un don innato que debes aprovecharlo.

Miradas cruzadasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora