Capítulo 16: ofrecimientos salvajes

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ATENEA

Cameron estaba de un humor híper extraño, lo cual no era raro en él, peeeero después de todo lo que vivimos la verdad es que no me lo esperaba.

Digamos que lo había visto lanzarnos dagas con los ojos a Jude y a mí durante unas horas, cuando todavía nos estábamos riendo de todo. Mi plan parecía haber funcionado, porque sinceramente, nunca nadie me miró durante tanto tiempo de la manera en la que él lo hizo.

Cuando vi que se me había ido un poco la mano con Jude, procedí a hablar con Dustin, un amigo de Periodismo de Jace, que era híper simpático.

Ahora me encontraba esperando para sentarme. Cuando Jace nos llamó, todos se levantaron y fueron colocándose en el sofá, como en una filita. Yo iba última, y estaba esperando a que Dustin se sentara para poder hacerlo yo también. Lo hizo al lado de Cameron, y mi corazón se contrajo. Yo quería ese lugar. Diablos, debería haber sido más rápida. Ahora solo me quedaba...

—¡Hombre, no sabía que había pizza!—Dustin se levantó de un salto y casi me tira al piso. Se fue corriendo hacia la otra punta del sofá, en donde Jace estaba comiendo una porción de pizza. Sin pensarlo, se sentó al lado de él y le robó un pedazo.

Yo me quedé plantada en el lugar, mirando la escena con la boca abierta.

—¿Piensas que eres de vidrio o qué?

Parpadeé al escuchar la voz de Cameron, que me miraba con una ceja arqueada. Sonrió y dio un golpecito a su lado, en el sofá.

—Solo para que sepas, no lo eres, Atenea. La verdad es que es muy difícil no verte.

Mi panza dio un vuelco y mi corazón comenzó a bailar. No sabía si había sido un cumplido o no, pero no importaba. Lo iba a tomar como uno.

Mordí mi labio y me senté a su lado. Su aroma característico a hombre me llenó, y dios, si no me derretí en ese instante era porque era humana. Sino, ya sería un charco.

—¿Quieres?—preguntó y levantó un poco de la manta.

Asentí con la cabeza.

Frunció el ceño y procedió a taparme las piernas con la manta. Cuando se estaba retirando, rozó mi cintura y no pude evitar tensarme. Él me miró, divertido, y volvió a su lugar.

—¿Te has quedado sin voz?

Negué con la cabeza.

—No.

Sonrió más.

—No puedo decir que me alegre.

Puse los ojos en blanco y le golpeé el hombro. Rio ente dientes.

Estaba nerviosa. Las luces estaban apagadas, estábamos en un lado del sofá solos, porque los demás estaban en el otro extremo y en el medio, en la parte que no era una L; las luces estaban apagadas...

Era como una cita.

Solo que había como 5 personas más.

Lo miré unos instantes, y luego dirigí la vista a la pantalla. Cuando vi la película que eligieron, solté un quejido.

Cameron no tuvo mejor idea que reír.

—¿No te gustan las películas de terror?—susurró.

Negué con la cabeza.

—Las detesto. En serio. La paso muy mal. Diablos—respondí también con un susurro. Todos estaban en silencio.

Agarré más la manta y me la subí hasta la barbilla. Cameron me miró con una ceja arqueada.

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