Capítulo 31: primer partido

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ATENEA

Cameron me estaba devorando a otro nivel. Nunca me había sentido así, como si alguien quisiera absorber mi alma y guardársela para siempre. Como si nunca tuviese mucho de mí.

Gemí cuando sus manos llegaron a mis senos y los apretaron, y me arqueé contra él. Nos deslizó a los dos contra la cama y terminó arriba mío. Nuestras ropas no tardaron en irse. Para nada. A los pocos segundos, nos encontrábamos piel con piel, y me sorprendió descubrir que su cuerpo temblaba un poco.

— ¿Estas bien?—le pregunté con un jadeo, cuando su boca bajó cada vez más por mis pechos.

Él me miró, con esos ojos oscuros pero a la vez llenos de luz.

—Si—respondió con la voz ronca. — ¿Por qué lo dices?

Acaricié su cabeza.

—Porque estas temblando un poco...

Parpadeó un par de veces y sonrió.

—Es que me haces sentir tantas cosas, Atenea, que creo que mi cuerpo esta tratando de asimilarlas.

Si no hubiésemos estado desnudos y él haciéndome jadear, habría llorado de la emoción con esa respuesta. No pude contestarle nada, porque siguió bajando y bajando, hasta ese lugar mágico, y estuvo un rato ahí haciéndome flotar. Cuando caí de nuevo en mi cuerpo, lo miré fijo a los ojos y me acerqué más a él.

—Hazlo—dije y moví mis caderas contra las suyas.

Me agarró de la cintura más fuerte y me retuvo unos centímetros lejos de él. Desde esta perspectiva podía ver todos sus músculos. Sus abdominales estaban trabajando duro en este momento, sus brazos, pectorales, cuello...todo estaba musculoso y fuerte. Tragué saliva y me moví más contra él. Mi corazón estaba a punto de salirse del pecho de lo feliz y ansioso que estaba.

Cameron me miró fijo una vez más y lanzó una maldición.

— ¿Estas segura de que quieres hacerlo?

Asentí.

—Llevo más tiempo del que crees esperándolo.

Abrió la boca para decir algo, pero luego se lo pensó mejor y la cerró. Fue hacia su mochila y sacó un condón.

A medida que se lo acomodaba, me pinché un poco el brazo para saber que lo que estaba a punto de pasar era real. Él y yo. Juntos. Desnudos. En la universidad. Luego de estar en una especie de cita, que en realidad no fue una cita. Luego de haber accedido a tener sexo casual sin ataduras.

Luego de que me haya dicho que sentía tantas cosas por mí...

Tragué saliva y observé su brazo, en donde tenía el dichoso tatuaje de las reliquias de la muerte. Le daban un aspecto rudo que hizo que me excitara un poco más.

Acomodó las caderas en mi entrada y volvió a mirarme, pidiéndome permiso con los ojos. Volví a moverme contra él, y respiró hondo. Se introdujo dentro de mí poco a poco. Nunca dejó de mirarme, con esos ojos suyo tan únicos y profundos. Cuando llegó casi a la mitad, tuve que soltar un gemido, porque su dureza era enorme. Una vez que estuvo dentro de mí completamente, sentí que mi pecho y mi panza iban a estallar de la emoción.

Los movimientos de Cam eran perfectos. Juntos nos mecimos a un ritmo que formamos juntos, y juro que vi las estrellas en todo momento. Fue cuidadoso, respetuoso e incluso cariñoso, ya que las miradas y las caricias que nos dábamos eran tan tiernas que me llenaban el pecho de amor.

Cuando ambos tocamos el cielo con las manos y luego bajamos a la Tierra, estábamos agitados y sudorosos. Había sido una de las mejores experiencias de mi vida. Fue mil millones de veces mejor que en mis fantasías.

Miradas cruzadasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora