Capítulo 51: confesiones

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CAMERON

Bufé y sacudí mi cuerpo. Alguien estaba tocándome y me estaba despertando del hermoso sueño que estaba teniendo, en donde Atenea se reía por alguna tontería que había dicho. Era tan real y tan bonito que quería guardarlo en una caja para siempre.

—Vamos, Cameron, no puedes seguir así—dijo una voz en la lejanía, que reconocí como la de Jace.

Murmuré algo y seguí durmiendo. Cuando volví a despertar, fue por una razón distinta. Los rayos de luz me daban de lleno en la cara, molestándome. Gruñí y me tapé con las mantas hasta la cabeza para que desaparecieran. Pero en ese instante, sentí que un líquido helado me mojaba la cabeza.

—Joder—murmuré con la voz ronca y me quité las mantas rápidamente. Mala idea. Ahora el agua caía todo sobre mi rostro y mi cuerpo—. ¡Qué demonios!— maldije y me enjuagué los ojos.

Jace se me quedó mirando con una mueca, mientras bajaba el balde con el que me había estado tirando agua.

—No pediré disculpas, porque no siento lo que hice.

Lo fulminé con la mirada. Toda mi cama y mi ropa estaban mojadas. Metí la mano en el colchón, para también descubrir que era un charco de agua.

— ¿Cuál es tu maldito problema?

Jace suspiró.

—Tú eres mi maldito problema. Hace más de una semana que te la pasas borracho como un maldito adicto, Cameron. Ya no puedo limpiar todo lo que dejas—dijo, enojado—. Y aparte, me muero de hambre. No nos cocinas y estoy comiendo muy mal—agregó y pareció un niño pequeño al que no le dan la piruleta que quiere.

Tuve que usar todo mi autocontrol para no pegarle un puñetazo. Aunque influyó el hecho de que tenía razón: hacía una semana que me la pasaba de fiesta, y le había perdido el asco al alcohol puro. Sí, me la pasaba borracho porque todavía estábamos de vacaciones. Pasado mañana empezaban las clases y ahí es cuando pensaba recuperarme.

Jace y Luc habían vuelto hacía justamente una semana y todo fue para peor. Apenas los vi entrar por la puerta principal, supe que estaba bien jodido hasta el fondo. Y la única solución para no pensar en ella y en todo lo que había pasado era bailar en clubes y evitar a Luc a toda costa.

Sabía que no podía mantenerme así para siempre, pero por ahora me servía.

—No jodas—le dije a Jace, pero me levanté de la cama.

Apenas di el primer paso me tambaleé a un costado, aunque logré enderezarme justo para lanzarle una mirada fulminante y caminar al cuarto de baño. Por dentro estaba hecho un asco, pero por fuera planeaba seguir siendo el Cameron de siempre.

—Tú no jodas—me respondió Jace, siguiéndome—. Entiendo que lo que pasó con Atenea no fue lo mejor del mundo, pero hombre, no se murió nadie. Tienes que superarla, viejo.

Lo miré, y antes de cerrarle la puerta en la cara, le dije:

—Mi corazón murió.

Me quité la ropa y me metí adentro de la ducha. A los dos segundos escuché como la puerta se abría y se cerraba de nuevo. Asomé mi cabeza por la cortina y vi a Jace sentándose en el retrete.

—Esto tiene que ser una broma—murmuré y volví a meter la cabeza adentro.

—Lo lamento, pero tienes que hablar con alguien. Y si te tengo que obligar, lo haré.

Tragué saliva y metí la cabeza abajo del agua. El alcohol de anoche me había dejado mareado y con la cabeza dolorida. No era de tener resaca, pero ahora mismo me sentía como la mierda. Suponía que tomar chupitos del asqueroso tequila no fue una buena idea.

Miradas cruzadasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora