Capítulo 21: maldito destino

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— ¿Qué haces aquí? ¿No estabas con tu familia?—No podía estar más confundida.

Cerré la puerta y me dejé caer en mi cama, mientras que volvía a los abdominales de Casteel.

—Sí, pero llegué hace un rato—respondió y se encogió de hombros. Me miró con más atención—. ¿Por qué tienes un beso rojo en la mejilla?

Fruncí el ceño y me miré con la cámara del celular. Sonreí. Amber había marcado territorio en serio, porque toda mi mejilla derecha tenía la forma de un beso color rojo.

—Fue Amber.

Me miró confundido, pero no dijo nada más.

—Bueno, aquí estas—seguí diciendo. Miré el reloj, y mierda, ya era la una de la mañana—. A la una de la mañana interrumpiendo mi humilde trabajo.

Lo miré y fingió estar ofendido. Puse los ojos en blanco y reí.

— ¿Estas dibujando abdominales?—preguntó y se sentó a mi lado. Lanzó un silbido bajo—Vaya. ¿Quién es ese hombre? Parece que lo tallaron los mismos dioses.

Ah, sí. Lo había dibujado bien.

—Es un personaje de mi libro favorito.

Alzó las cejas.

—Te entiendo. Realmente te entiendo. También sería mi favorito—frunció el ceño, pensando, y volvió a asentir con la cabeza. —Bueno, ese hombre te mantiene entretenida, pero yo traje vino. Nadie puede rechazar al vino ni a mí.

Reí.

— ¿Me quieres emborrachar?

Me miró con cautela

— ¿Con vino?

Parpadeé.

—Mi estómago no es muy resistente. Así que, sí.

Rio.

—Entonces, sí. Pero que sepas que fue sin querer. Mi idea era pasar el rato, no emborracharte.

Negué con la cabeza y dejé la tableta a un lado para ir a buscar dos vasos y el saca corcho, que estaba en un pequeño mueble dentro del armario. Luego se lo pasé a Jude y él lo abrió y nos sirvió.

—Atenea—dijo con voz grave, y me lo quedé mirando entre preocupada y confundida—. Este dibujo esta excelente, en serio. Deberías venderlo.

Tomé un gran sorbo de vino. A la mierda el estudio de mañana.

—Lo haré.

Me miró, sorprendido.

—Eso fue fácil.

Reí.

—Idiota—resoplé—. A Alba se le ocurrió la idea de que podía empezar a vender ilustraciones, así que...este era solo mi primer intento. La verdad es que justo este no pensaba venderlo porque se ve un poco...

— ¿Real? ¿Intimidante? ¿Bajador de autoestima de chicos reales? Porque así es como se ve—. Me interrumpió y tomó un trago, sin dejar de mirarme a los ojos.

Algo en ese gesto me resultó... sensual. Lo miré mejor, y pude ver que su ropa no traía nada de especial, pero la manera en la que sus bíceps se marcaban en su remera blanca o cómo el pantalón le apretaba su parte más...

Dios mío. Tomé un largo sorbo. Esos no eran mis pensamientos. Imposible. Lo volví a mirar. Vacié el vaso.

Rio.

— ¿Sedienta?

Asentí y me serví más vino. ¿Qué rayos me pasaba? No había estado tan caliente desde...bueno, desde la noche de la película en lo de Cameron. Pero eso era justificable, porque se trataba de Cameron, me calentaba hasta su hombro.

Miradas cruzadasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora