Capítulo 38: cumpleaños indeseado

211 16 3
                                    

CAMERON

Me había puesto la alarma especialmente temprano para ir a entrenar. Nunca me gustó este día, así que necesitaba una dosis extra de levantar pesas y transpirar. De sacar mi furia acumulada. De no pensar en nada. De centrarme solo en una cosa: no dejar que mis músculos cedan.

Fruncí la nariz y respiré pesadamente mientras hacía la última tanda de abdominales. Me dolía todo el cuerpo y casi no podía ni moverme. Pero hice otro esfuerzo y por fin, hice el último abdominal. Mi espalda cayó pesadamente a la colchoneta en donde estaba haciendo ejercicio en el gimnasio, y mi mirada se fue al techo, a las luces de neón que decoraban el gran lugar. Tenía más de dos pisos y todas las máquinas más modernas que jamás hubiera tenido la posibilidad de tocar si no fuera por la beca que me dieron.

Respiré hondo varias veces, tratando de regular mi respiración. Cuando estuve un poco más calmado, me levanté y me sequé con la toalla. No veía la hora de ir a mi departamento y darme una ducha allí. Había estado toda la mañana metido acá adentro y, sinceramente, necesitaba bañarme.

Terminé de secarme la cara y colgué el bolso de mi hombro. Saludé a Charles, mi antiguo entrenador, y salí del extrañamente vacío establecimiento. O bueno, no tan extrañamente vacío, considerando que era sábado y las 11 de la mañana. Muchos todavía estaban de fiesta y otros dormían vencidos por la resaca, como Jace y Luc, por ejemplo. Cuando me fui de casa todavía estaban dormidos en el sofá luego de una noche salvaje en un club. Yo, por mi parte, había preferido quedarme en casa, tranquilo y descansando, porque tenía muchas cosas en las que pensar.

Me dirigí al auto, que estaba estacionado a una calles, y apenas me subí comenzó a sonar mi celular. Sonreí a ver el número de mi madre.

— ¡Feliz cumpleaños, hijo! ¡No puedo creer que ya tengas 21 años!—me saludó mi madre y pude percibir su sonrisa.

—Gracias, mamá. Ya soy oficialmente legal para abastecer de alcohol a mis amigos.

Hubo un silencio al otro lado de la línea.

— ¡Cameron Groove! Te juro que...

Reí y negué con la cabeza.

—Tranquila, era una broma—la interrumpí.

Suspiró.

—Los bromas se suponen que deben ser graciosos. Esa no lo fue—chasqueó la lengua—. Daría lo que fuera para estar contigo hoy, Cam. Lamento tanto...

—Ya—la corté, porque no quería que se pusiera sentimental—. No pasa nada, en serio. Es solo una fecha más. Sabes que no le doy importancia.

—Lo sé, pero igual me encantaría verte. Sabes que... ¡Nicholas! ¡Por dios, bájate de ahí!—Siguió gritándole cosas y no pude evitar reír. Mi hermano era grande, pero seguía comportándose como un niño. —Lo lamento. Te paso con tu padre. Te quiero, adiós.

Cambié el teléfono a mi otra oreja y puse en marcha el auto.

— ¿Hijo?

— ¿Papá?

—Feliz cumpleaños, Cam. —Dijo mi padre y oí como suspiraba cuando mi madre volvía a gritar.

—Gracias, ¿esta todo bien por ahí? Nicholas esta más inquieto de lo normal.

Gruñó.

—Qué va. Es un adolescente con hormigas en el culo. No lo puedo culpar, la verdad. Yo a su edad era igual—suspiró— En fin, ¿cómo la vas a pasar?

Miré a través del parabrisas y me rasqué la nuca.

—No lo sé. Creo que comeré algo con mis amigos. No la gran cosa. Sabes que no me gustan mis cumpleaños.

Miradas cruzadasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora