Capítulo 35: exposición de arte

246 13 1
                                    

ATENEA

Horas más tarde, estaba intentando calzarme unos pantalones. Por alguna razón, no me entraban y me estaba poniendo nerviosa. Cameron me miró desde su lugar en la cama, todo despatarrado, y sonrió.

—Tu trasero va a hacer que muera aquí mismo, nena.

Amber puso cara de asco.

— ¡Cameron, estoy aquí!—gritó Amber, indignada. Nos miraba con cara de asco desde su cama. Estaba terminando de hacer tarea de una de sus clases y estaba llena de papeles por todas partes

Mordí mi labio y seguí tirando de la tela para arriba. Cada vez que me llamaba «nena» hacía que mi corazón se inflara tanto como un globo aerostático.

Desde la noche de Halloween, hacía una semana, en donde pusimos mucho en riesgo y nos alocamos un poco, habíamos estado algo así como inseparables. Y me daba miedo. Habíamos almorzado juntos con todo el grupo en la cafetería, habíamos hasta estudiado juntos, y por supuesto, nunca había tenido tanto sexo en mi vida como ahora. El chico se estaba quedando a dormir más seguido de lo esperado, y temía terminar con la espalda rota en cualquier momento. Porque mi cama era tan chica que todavía no sabía cómo cabíamos los dos.

Así que las cosas estaban bien. Más que bien. Y eso me asustaba y me entusiasmaba en partes iguales.

—No quiero que te mueras, quiero que me entren estos malditos pantalones—Tironeé un poco más y se escuchó un crack. —Oh, no. ¡Mierda!

El pantalón se había roto. Un tajo en el medio de mi glúteo derecho. No podía creerlo.

— ¿Es que acaso engordé y no lo noté?—Seguí diciendo, sin poder creérmelo.

Cam se levantó de la cama y se acercó a mí. Pasó un brazo por mi cintura y levantó mi barbilla con su mano.

—Estas hermosa, como siempre. Y si tu trasero aumenta, déjalo ser libre. Más carne para mí—se inclinó para besarme.

— ¡Por dios! Creo que me acabo de embarazar de trillizos—Amber hizo una mueca de asco y luego miró a Cameron con cara de enfado—. Dijiste que te comportarías conmigo aquí, Cameron.

Él me dio un beso corto en los labios y volvió a la cama.

—Este soy yo comportándome, Amber.

Ella abrió mucho los ojos.

—Diablos. Con razón Atenea esta siempre con una sonrisa.

La miré, incrédula, y le lancé un cojín. Aunque no lo iba a admitir, ella tenía razón. Había algo que Cameron traía a mi vida que la hacía más brillante, más linda.

—Mierda, no sé qué voy a ponerme. Se me rompieron esos pantalones y...—comencé a decir, pero Amber me interrumpió.

—Tienes un montón más, cariño—me recordó y se levantó de su cama. —A ver, esta estilista te ayudará—. Se dirigió a mi armario y abrió las puertas de par en par.

—Recién estas en tu primer año—comentó Cameron.

Amber le lanzó una mirada fulminante y comenzó a revolver entre mis prendas de ropa. Era verdad que tenía muchas más opciones que ponerme, pero todas me hacían sentir incómoda. Me senté en la cama al lado de Cam mientras veía cómo Amber fruncía el ceño o asentía con la cabeza a medida que iba colocando prendas sobre mi cama, al lado nuestro.

—Bien, pruébate esos conjuntos—me ordenó cuando terminó y volvió a sentarse en la cama.

Hice lo que me dijo, y veinte minutos después, suspiré, frustrada.

Miradas cruzadasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora