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Taehyung disfrutaba de una humeante taza de café fuerte mientras contemplaba la magnífica vista que se extendía frente a él

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Taehyung disfrutaba de una humeante taza de café fuerte mientras contemplaba la magnífica vista que se extendía frente a él. En el horizonte, la luz del sol se derramaba sobre las verdes colinas, enfatizando los picos nevados de las altas montañas. Bajo él veía los tejados naranjas de las casas. Respiró hondo para disfrutar del olor a azahar que flotaba que flotaba en la brisa, en un intento por calmar los acelerados latidos de su corazón.

Había hecho el amor la noche anterior.

Recordó retazos de lo sucedido. El delicioso y explosivo placer del orgasmo. Su preciosa sonrisa. Las caricias de sus manos en la piel, que lo tocaban como si fuera frágil y valiosa, no una aventura de una noche.

Pero lo era. O al menos, era una aventura de dos noches. Porque cuando acabará la semana, la farsa llegaría a su fin y él lo dejaría. Como todos los demás.

¿Cómo había sucedido? Le había confesado sus secretos en la casa de sus primos y no había más culpable que él mismo. La ternura que Jungkook le había mostrado lo impulso a abrirse más que cualquier exigencia derivada de la pasión. Después de decidir que se marcharía en el primer avión que despegará, se encontró retandolo a hacerle el amor con la ridícula idea de sacárselo de la cabeza.

Se mordio el labio inferior y tomó otro sorbo de café caliente. Al despertarse, encontró una nota de Jungkook en la que decía que tenía cosas que hacer en la ciudad y que volvería en un par de horas para acompañarlo a las oficinas de La Dolce Famiglia. La desilusión que le produjo descubrirse en una cama vacía fue abrumadora. Siempre tenía que controlar la necesidad de salir corriendo cuando amanecía. Y por primera vez en su vida ansiaba acurrucarse en la cama con él hombre con el que había hecho el amor y llenarse de su aroma. Jungkook lo sorprendía constantemente, lo desafiaba y lo hacia ansias mucho más. Era peligroso. No sólo para su cuerpo. También para su corazón.

Tenía que largarse cuanto antes.

El corazón le latía desbocado y el rugido de la sangre le atronaba los oídos.

Estaba al borde de un ataque de pánico así que cogio la cámara de fotos, desesperado por controlar ese ridículo defecto físico. Respiró hondo y aclaró la mente. Comenzó a fotografiar el paisaje, pero decidió concentrarse en algo más concreto y cercano, en algo único e increíble. Su mente se ensimismó con el chasquido del obturador y la luz del flash mientras se movía por la terraza posterior. Cualquier cosa con tal de no dejarse llevar por la vertiginosa sensación que anunciaba la pérdida de control.

–¡Miau!

El maullido del gato hizo que se tropezara y estuvo a punto de caerse.

Solo vio una mancha negra borrosa que saltaba hacia él, de modo que se alejó como pudo, desesperado por evitar sus afiladas uñas.

–¡Mierda! –gritó mientras se alejaba de los setos en dirección a la zona pavimentada– Aléjate de mí.

El gato, o lo que fuera, lo persiguió. Unos ojos verdes dominaban la cara negra del animal, cuyas enormes patas se movían con rapidez para acortar la distancia que los separaba. Taehyung se refugio detrás de un banco de hierro y lo miró con una expresión feroz. No le gustaban los gatos. Nunca le habían gustado. Los perros tenían un pase porque normalmente eran cariñosos y solo vivían para que los acariciaran. Los gatos eran distintos. Divas histéricas que se consideraban merecedoras de la atención de todo el mundo. Además, lo acojonaban. Mucho más que los niños. No pensaba seguir en ese sitio ni un segundo más. Sin embargo, el tamaño del animal que tenía delante doblaba el habitual, y casi parecía un perro de tamaño mediano. Cualquier bruja estaría orgullosa de él, porque lo miraba como si estuviera a punto de lanzarle un hechizo. Había conseguido asustarlo.

𝙇𝙖 𝙏𝙧𝙖𝙢𝙥𝙖 | 𝙆𝙤𝙤𝙠𝙑Wo Geschichten leben. Entdecke jetzt