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–¿Qué está pasando?

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–¿Qué está pasando?

Taehyung estaba sentado en el salón, mirando a su mejor amigo. JiMin tenía a su hija en una cadera, con la gasa paga limpiarle la boca al hombro, y no paraba se meterla mientras JiYoon balbuceaba y le chillaba al cachorrito que jugaba a los pues de su padre. La pequeña bola de pelos dorado no paraba de arañarle los zapatos a JiMin, si bien se alejaba corriendo cuando él se movía.

El viejo Holly, el feo Golden que habían adoptado hacia más de un año después de que JiMin convenciera a YoonGi, estaba recostado en el suelo, disfrutando del solo que entraba por la ventana y observando al cachorro con evidente desaprobación. Llevaba en el cuello el característico pañuelo azul y naranja de los Mets, un detalle que le otorgaba una apariencia distinguida al que en otro tiempo había sido un chucho sarnoso.

Taehyung intento eludir la pregunta.

–No puedo creer que tengan un cachorro. YoonGi detesta que la casa se ensucie.

JiMin solto el aire con impaciencia y se alejó de la bola de pelo juguetona.

–Ah, esta vez no fue idea mía. Yoon se encontró con Simba un día en la carretera, cuando regresaba a casa. Esta aullando de dolor y tenía el cuerpo cubierto de moretones. Debieron tirarlo de un auto en marcha.

Taehyung dio un respingo.

–Me resulta increíble que no lo llevara al refugio. ¿Qué le hiciste a mi hermano?

JiMin solo soltó una carcajada y dejó un beso en la cabellera oscura de su niña.

–Primeor lo llevo al veterinario –dijo– Y después lo trajo a casa y me ordenó que no encariñara con él. Me dijo que puso un anuncio para buscarle un hogar – se encogió de hombros– Yo no dije nada. Una semana después el anuncio había desaparecido y jamás volvimos a tocar el tema. Cuando vuelve a casa, saluda al cachorro antes que a sus omegas.

El rubio sintió un anhelo abrumador. Echaba de menos al estúpido gato y su costumbre de ponerse panza arriba para exigir cariño. Echaba de menos el alegre entusiasmo de Jinyoung, el dinamismo de YunJin y los arranques melodramáticos de Jihyo. Echaba de menos la sosegada insistencia de la madre de Jungkook en la cocina, el olor de los bizcochos y tomarse un té en la terraza.

Echaba de menos a su esposo.

A su Alfa.

Se concentró en seguir respirando y luchó para alejar el descarnado dolor. Día a día. Se recuperaría. Era un superviviente. Pero ¿quien iba a pensar que sobrevivir era algo tan distinto a vivir?

–Bueno, pues ahora tendrás que darle las gracias como se merece porque te traje varios regalos. – le arrojo a su amigo algunas bolsas– No quiero detalles, gracias. Me sigue pareciendo raro que te tires a mi hermano.

El de cabello oscuro río mientras examinaba algunas picardias de seda y otros de encaje.

–Gracias, guapo, es justo lo que necesitamos para esta noche. – dijo mientras sacaba un par de tacones de vertigo de su caja. – Esto y una niñera.

𝙇𝙖 𝙏𝙧𝙖𝙢𝙥𝙖 | 𝙆𝙤𝙤𝙠𝙑Donde viven las historias. Descúbrelo ahora