Capitulo 32

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Antes de finalizar ese fatídico año para los judíos, Hitler decidió hacerles otro regalo. El 21 de diciembre una nueva ley prohibía a las judías ejercer la profesión de parteras, sumado a todas las prohibiciones salidas durante ese año, dejaba a los judíos en total indefensión en el tema sanitario. Aunque por lo visto esa última noticia tampoco afecto tanto a la comunidad ya que estaban al borde del ahogo: pagos abusivos de impuestos, no poder acceder a la salud y a la educación, no poder tener negocios, no poder salir a la calle a determinadas horas del día, detenciones sin justificación aparente... Creían que ya no quedaba mucho más que se les pudieran prohibir.

Esas Navidades fueron bastante descafeinadas, nadie tenía muchas ganas de celebración. Los Medina fue el primer año que declinaron la invitación de sus amigos de asistir a las celebraciones de Navidad, una fiesta que solo celebraban por pasarla con los amigos, no porque para los judíos significara algo. La única que si que asistió fue Julia, y más que nada porque quería, o más bien necesitaba, estar con sus amigas.

Los Lacunza hicieron exactamente lo mismo que el año anterior y las Navidades las pasaron con los padres de Mikel y el año nuevo en casa de los Reche. Los Medina tampoco tenían muchas ganas de asistir, pero ante la insistencia de sus amigos, y sobre todo de su hija, al final aceptaron. Y es que sabían que, de todos, Julia era la que peor estaba llevando la situación, y sabían que le vendría bien estar con sus amigas en ese día.

El año nuevo empezó tal y como había terminado el anterior, sin cambios, al menos la situación no parecía ir a peor pero tampoco parecía que fuera a mejorar.

A medida que pasaba el año los nervios en la población se hacían más evidentes, cada vez había más SS y Gestapo patrullando las calles y eso hacía que la gente empezara a tener miedo, no solo los judíos.

Alba sabía que sus padres estaban extremadamente preocupados, cada mes sacaba dinero del banco para guardarlo en casa y también abastecía a la clínica con más material y medicamentos del necesario. Y pese a que Miguel no dijera nada para no alarmar a la familia, Alba sabía que él lo estaba haciendo por si las cosas empeoraban. Julia le dijo que su padre había hecho lo mismo hacía tiempo y que ahora en vez de ingresar el dinero que ganaba en la empresa se lo quedaba en casa, bien escondido.

Alba también estaba de los nervios, y es que cada vez veía más decaída a Julia y no podía soportarlo. Incluso había tenido una fuerte discusión con Maria.

- Vuelve a casa y llévate a Julia. – Le dijo Alba a Maria un día.

- No pienso huir como una cobarde, esos gilipollas no me dan miedo. – Dijo Maria.

- No me hace ninguna gracia que te quedes. – Dijo Alba. – Pero no te lo estoy diciendo por ti. Te lo estoy diciendo... no, te lo estoy pidiendo, por Julia. Ella no quiere estar aquí y cuanto más esperemos más difícil será.

- ¿Tú te estás oyendo? ¿Crees que Julia se iría?

- Sola no. Pero contigo seguro que sí. – Dijo Alba con convencimiento.

- No me voy a ir. – Volvió a decir Maria.

- ¿Por qué? No es tu lucha, y puedes ayudar a Julia. – Dijo Alba empezando a levantar el tono.

- ¿Y por qué no te vas tu con ella? – El espetó Maria de mala manera.

- Primero porque no conozco a nadie en Estados Unidos...

- Conoces a mis padres. – La rectificó Maria interrumpiéndola.

- Y segundo – dijo como si no hubiera escuchado lo que acababa de decir Maria. – No pienso separarme de Natalia.

- ¿Así que Julia y yo podemos dejarte a ti, pero tú a Natalia no?

- ¡No es lo mismo! – Se quejó Alba.

Serendipia (Albalia)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora